Nos encontramos ante todo un peliculón, y ahí van las razones por lo que es una de mis películas favoritas.

Riddley Scott no pudo escoger una época mejor para ambientar una historia dramática de esgrima, sociedad y obsesión por el honor. Si bien ya hemos visto películas de duelos como Scaramouche, muy buena también por cierto, u otras más recientes como Barry Lyndon, probablemente esta fue la base para la obra de Scott. Sin embargo, para quien diga que Los Duelistas es una copia de Lyndon, le diré: que no tiene nada que ver una cosa con la otra, si
bien es cierto que se parece en retomar los tiempos del honor de los siglos XVIII y principios del XIX, que son todo un espectáculo visual sobre todo por el vestuario; la obra, la trama en si, son totalmente diferentes.

La obra prima de Scott, simplista en su trama a primera vista, sin embargo da para mucho. La película se puede describir como pintura en movimiento ya que si nos fijamos casi cada escena es un cuadro de época, y el director ha querido dejarlo claro en esos segundos sin movimiento que dejan apreciar el colorido y la niebla de la Francia napoleónica. Fotografía exquisita como digo, una trama interesante que además hace una radiografía de la retaguardia civil de las campañas de L'Empereur.

Y es que Scott pudo elegir cualquier tipo de regimiento de la época, desde los gigantes coraceros hasta los inmortales granaderos, pasando por dragones, artilleros o infantería de línea pero ha buscado lo estético: los húsares. Regimiento de golfos, bigotudos, borrachos, mujeriegos, pero también valientes y apasionados. Hay una gran frase para definirlos que acuñó el Gen. de húsares Lasalle: todo húsar que no esté muerto a los 30 es un mamarracho, (murió a los 34).

Los actores magníficos sobre todo Keitel, pero también Carradine, no tengo ninguna pega que poner en su actuacción.

Veredicto: 9.5, sobresaliente película que deja además de todo esto, uno de los duelos a espada mejor recreados de la historia del cine.