La segunda división de Marvel pisa el acelerador con Morbius, una solo pasable entrega de un ¿nuevo? antiheroe. Un enfermo terminal consigue prosperar a duras penas gracias a su genio científico. Cuando por fin da con la clave para hallar la cura contra su enfermedad, esta le convierte en un meta humano sediento de sangre.

Desde su mismo comienzo la sucesión de tópicos es bochornosa, y da cierta pena ver al gran Jared Harris deambulando en un producto tan de medio pelo. Tanto en su aspecto como en su forma de moverse, este vampiro moderno recuerda a la criatura de la reciente Malignant (2021). Pero no nos engañemos, estamos ante cine plenamente comercial ni no se ve ni gota de sangre ni violencia gráfica en las peleas. La verdad es que Morbius es un compendio de otros personajes de la misma casa. Empieza como Hulk y se desarrolla como Daredevil o Spiderman. Mismos fundamentos a los que se añaden sutilezas que los hagan parecer distintos.

Si en algo se diferencia de la otra cinta de segunda de Marvel, que no es otra que Venom (2018), es en la absoluta carencia de humor. Morbius se toma muy en serio a sí misma, con una solemnidad en su narrativa digna de mejor causa. Como no podía ser de otro modo, se abusa del CGI, especialmente en la representación de los sentidos mejorados del protagonista (lo que decía, Daredevil + Spiderman). Y hay personajes secundarios, hablo de la pareja de policías, absolutamente prescindibles y que solo asoman para sumarse al festival del tópico. Le añadimos un par de escenas post créditos y, zas, ya tenemos nuevo personaje para el MCU. Con todo, pese a ser tonta, tópica y reiterativa, no es el cagarro que me esperaba.