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826
Thriller. Drama
En un futuro cercano, una crisis financiera golpea Corea y surgen barrios marginales. En esas áreas, un grupo de jóvenes comete delitos para sobrevivir. Tres forajidos planean robar dinero para abandonar el distópico mundo en el que viven y alcanzar un paraíso lejano, pero con ello atraen la atención de un brutal asesino.
13 de noviembre de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremendo quiero y no puedo que nos trae el cine surcoreano en forma de thriller de esos que pretenden tenernos agarrado a la silla. En un futuro distópico en el que Corea de Sur se halla sumida en una profunda crisis económica, unos rateros de poca monta pergeñan el golpe definitivo que les saque de la miseria en la que viven. Como no podía ser de otra forma, las cosas no salen según lo previsto y, como consecuencia, se ven acosados por un asesino implacable que les obliga a huir continuamente.
Varias cosas no funcionan en este pausado thriller en el que la escalada de tensión se detiene pasada la mitad del metraje. En primer lugar, el escenario distópico apenas cuenta para la trama y esta funcionaría igual si la historia ocurriera en el presente. Es algo tan de fondo que en muchas ocasiones hasta se nos olvida que está ahí. En segundo, el dibujo de personajes es demasiado disperso; los protagonistas parecen ya avezados en el mundo de la delincuencia, incluso con cierta experiencia militar como se apunta en un diálogo, pero no paran de temblar y lloriquear cuando las cosas se ponen feas. Del asesino que les persigue se nos cuenta poquísimo, ni de por qué hace las cosas que hace en relación al grupo de protagonistas ni cual es la relación que mantiene con la autoridad. Se nos hacen apuntes sobre su personalidad y motivaciones pero luego no se maduran, quedando como un personaje cojo.
Hay escenas que te sacan de la lógica interna de la película, como la de ese hospital anormalmente desierto. O cosas extrañas como que uno de los rateros se larga de pronto, esa subtrama de mafiosos salida de la nada y un final confuso con vistas a dar un cariz casi mítico al asesino que no cuadra ni a martillazos. Da la impresión de que han querido abarcar demasiado en orden a hacer el thriller del año. A su favor, que a pesar de su, a todas luces, excesiva duración, no aburre y mantiene un punto de interés. Aunque decae sobrepasada la mitad, no lo hace tanto como para que el sopor haga acto de presencia, sobre todo con la esperanza puesta en una resolución alejada de los tópicos del cine occidental. Pero si valoramos todo el conjunto no le podemos dar mucho más de un cinco raspado.
Varias cosas no funcionan en este pausado thriller en el que la escalada de tensión se detiene pasada la mitad del metraje. En primer lugar, el escenario distópico apenas cuenta para la trama y esta funcionaría igual si la historia ocurriera en el presente. Es algo tan de fondo que en muchas ocasiones hasta se nos olvida que está ahí. En segundo, el dibujo de personajes es demasiado disperso; los protagonistas parecen ya avezados en el mundo de la delincuencia, incluso con cierta experiencia militar como se apunta en un diálogo, pero no paran de temblar y lloriquear cuando las cosas se ponen feas. Del asesino que les persigue se nos cuenta poquísimo, ni de por qué hace las cosas que hace en relación al grupo de protagonistas ni cual es la relación que mantiene con la autoridad. Se nos hacen apuntes sobre su personalidad y motivaciones pero luego no se maduran, quedando como un personaje cojo.
Hay escenas que te sacan de la lógica interna de la película, como la de ese hospital anormalmente desierto. O cosas extrañas como que uno de los rateros se larga de pronto, esa subtrama de mafiosos salida de la nada y un final confuso con vistas a dar un cariz casi mítico al asesino que no cuadra ni a martillazos. Da la impresión de que han querido abarcar demasiado en orden a hacer el thriller del año. A su favor, que a pesar de su, a todas luces, excesiva duración, no aburre y mantiene un punto de interés. Aunque decae sobrepasada la mitad, no lo hace tanto como para que el sopor haga acto de presencia, sobre todo con la esperanza puesta en una resolución alejada de los tópicos del cine occidental. Pero si valoramos todo el conjunto no le podemos dar mucho más de un cinco raspado.