Modesto film que ni como thriller ni como comedia negra termina de despuntar. Una par de chavales encuentran un coche de policía aparentemente abandonado. Empiezan a hacer diabluras con él hasta que el dueño les descubre, un poli corrupto.

Las chaladuras del par de chicos son lo primero que te hace torcer el gesto. Vale, asumimos que no son precisamente dos lumbreras, pero aún así. Y el coche no está abandonado, de eso también se dan cuenta pronto. Pero parece que nadie les ha enseñado sobre las consecuencias de robar la propiedad de la ley. Será la mentalidad redneck, que no terminamos de encajar por estos lares.

Kevin Bacon es un actor eficaz pero no consigue inquietar ni poner nervioso. A ello contribuye el tono medio de humor negro, que no incide ni en el humor ni en la negrura. Se queda en tierra de nadie y el relato avanza sin que se nos erice un solo vello de la piel ni nos provoque ni media mueca de sonrisa. En otras manos, quizá unos Hermanos Cohen, el resultado podría haber sido otro, pero con esto tenemos que lidiar.