Cuando el maestro Pat Conroy, futuro novelista de éxito, se hace cargo de la escuela de una olvidada isla de Carolina del Sur, le aguarda un alumnado de niños negros famélicos y descalzos muy precariamente instruidos. Conroy (al que llaman Conrack porque no saben leer su apellido) alucina con que la directora del colegio, también negra, sea una firme defensora del mantenimiento de una estructura que priva de una educación digna a esos críos y no les permite poder labrarse un futuro con el que evitar los campos de algodón en régimen de semiesclavitud. Estupendamente dirigida por Martin Ritt, que evita la sensiblería para centrarse en lo austeramente emotivo, Conrack (1974) narra los esfuerzos de un carismático Jon Voight por enseñar a esos niños no solo unas materias básicas sino también a vivir. Al igual que Conroy no sería olvidado por sus alumnos, no creo que nadie con sensibilidad olvide esta película.