La adolescencia, sana y alegremente para muchos, es una etapa que resulta entrañable, pese a los altibajos emocionales que cada cual experimenta mientras se vive.

Pues, de manera simple, Greta Gerwig ha llevado a la pantalla esa fase variopinta, con sus alegrías, tristezas, rabietas, expectativas, ilusiones, anhelos, encuentros y desencuentros que van guiando al adolescente al umbral que le conduce a las bases de su identidad.

Me encanta que el personaje principal sea una chica. Y que esa chica sea como fuimos la mayoría de las chicas en nuestra adolescencia: un cúmulo de contradicciones; humanas, pues, como cualquier persona. Me gusta que, igual, los personajes que le acompañan, también sean de tal. Sin ampulosidades, ni excesos en sentido alguno.

La sencillez de la película es lo más encantador. Y por ello ni resulta aburrida, ni plana, ni insulsa.

La sentí como un abrazo al alma.