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España España · Madrid
Voto de Mogwai:
8
Comedia Leo Pozas, natural de Burgos y alto empleado de banca, llega a un pueblo de la Costa de Barcelona, acompañado de su madre, para casarse con Loli. Inesperadamente, la madre de Leo pasa a mejor vida. Esto puede significar la suspensión de la boda, un año de luto y, a lo mejor, otro de alivio, de manera que Leo y Loli ocultan el cadáver de la anciana hasta después de los esponsales. (FIMAFFINITY)
25 de agosto de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al fin puedo acercarme a "¡Vivan los novios!" después de tantos años viendo su cartel en la entrada de la sala principal de la Filmoteca Española sin poder verla por ser una de las películas más difíciles de conseguir de Berlanga, por su relativo fracaso e incomprensión en su estreno y su descenso al oscurantismo berlanguiano durante los años posteriores. Y ha cumplido.

Al inicio (y en la superficie) parece una sátira del landismo, con López Vázquez pasándose la primera media hora de película persiguiendo cómicamente suecas y alemanas por las calles de un idílico pueblo costero catalán, pero Berlanga (y Azcona) realmente lo usan para, partiendo de él como modelo conocido, subvertirlo e ir más lejos de lo que nunca fueron las películas de aquel subgénero tan patrio. Aquí no hay moralina ni decencia, sino que a mitad de película (a partir de la muerte de la madre del protagonista por su negligencia “inmoral”) se torna comedia negrísima que se convierte en una obra misantrópica, sombría y desesperada: cuando el pobre Leo se da cuenta de que al morir su madre podría haber sido libre e intentado acceder a ese mundo de placer y aparente hedonismo de los guiris pero que la boda (forzada por la familia de la novia) le ha atado de por vida a otra mujer todo se vuelve tragedia, porque la araña de la sociedad tradicional franquista (mostrada explícitamente en el último plano de la película, probablemente la metáfora visual más espectacular de toda la obra de Berlanga) no le va a dejar escapar nunca de su tela infinita.

Sobre todo respecto a esto último, ¡Vivan los novios! parece conformar una trilogía vaga con las películas que la emparedan (La boutique / Las pirañas y Tamaño natural) sentando las bases de la misoginia feminista que Berlanga ya había apuntado antes pero aún no había establecido: ese reconocimiento de la mujer como el ser fuerte y dominante, más poderoso tanto física como intelectualmente que el hombre, el macho que se aterra ante su presencia y sólo parece quererla como cacho de carne consciente de que cualquier relación que vaya más allá de ese uso va a convertirlo en un cautivo del otro sexo. Una posición moral controvertida pero con la que Berlanga abrió la puerta a las nuevas masculinidades (y diversidad sexual, beso lésbico y travestismo incluido en la película que nos ocupa) que entrarían en juego poco después en el cine español y a la eliminación de ese prototipo de macho español, fuerte y autoritario, decente y poderoso, que el franquismo nos había metido por el gaznate durante demasiados años.

Y, técnicamente además, es una de las películas más impresionantes de Berlanga. Rodando por primera vez en color, lo usa no de forma naturalista sino para excitar la historia, captando la luz mediterránea casi paradisíaca y el colorido de las extranjeras frente a esa España tradicional que sigue viviendo literalmente en blanco y negro. El contraste de dos de las mejores escenas de la película (el velatorio doble hippies – señora de Burgos y la comitiva fúnebre por las calles del pueblo veraniego lleno de jóvenes extranjeros disfrutando del verano) son totalmente memorables en su forma visual (y en su surrealismo, especialmente ese velatorio que acaba mezclando sociedades aparentemente tan diferentes como muestra cómo la distancia entre nuestra sociedad nacionalcatólica y las demás no era tan natural como vendían sino una pura imposición a la fuerza). Y el final, ese final con López Vázquez persiguiendo un sueño que se escapa volando, con su cara de desesperación (impresionante su interpretación, por cierto, cómo es capaz de pasar del registro caricaturesco y bufo al dolor puro en unos pocos minutos) es mejor metáfora de España que la más explícita del final de La vaquilla, por citar el más famoso de los símbolos berlanguianos. Una película muy infravalorada y a revisar mucho.
Mogwai
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