Con este tipo de directores tan controvertidos es habitual leer y escuchar críticas extremistas. Lo mejor, seguramente, es esperar que el filtro natural del paso del tiempo ponga las cosas en su sitio y ver en que lugar queda Malditos Bastardos. En cualquier caso, es ahora cuando voy a dar mi opinión. Y mi opinión es que se trata de una buena película con algunos defectos.
Unos defectos que algunos señalan con acierto: la sobrecarga de diálogos (y la escasa aportación muchas veces que hacen éstos al conjunto de la película y los personajes), la excesiva duración de algunas escenas o algunos personajes desdibujados que no acaban de cuajar, como los propios bastardos. La mayoría síntoma de esa dirección autocomplaciente y onanista a la que nos acostumbra Tarantino pero que no me parece excesiva y recargada como sí ocurría, por ejemplo, en la notable Kill Bill, punto álgido de los vicios y obsesiones del director. Es posible que se le vaya la mano con los diálogos, ya que la oratoria de sus personajes es demasiado abrumadora pero por lo demás veo en Malditos Bastardos a un Tarantino menos estridente y hasta, me atreviría a decir, más maduro.
No creo, no obstante, que sea una obra maestra pero es posible que sí sea un punto de inflexión en su obra, un film de transición hacia un cine menos juvenil y efectista, quien sabe, ya que la sensación final, aún cuando tiene algunos momentos aburridos, es buena, con algunos momentos brillantes.
En fin, que aconsejo verla, sin dejarse influir por radicales que aplauden cada pedo que se tira el amigo Quentin, ni por cínicos que se adhieren a cualquier moda anti-loquesea aprovechando que un sector de la crítica, de forma argumentada y respetable eso sí, le mete caña tras cada nueva película.