Media votos
8,0
Votos
2
Críticas
2
Listas
1
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de MuereMata:
10
8,3
14.762
Drama
El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un dicho que posiblemente sea universal, pero sobretodo nos lo dice nuestra madre para que no metamos las narices donde no nos llaman; el dicho es, pues, "el que busca encuentra". Hemos encasillado una y otra vez a Buñuel, sobretodo se le dice surrealista y se busca, en consecuencia, el surrealismo en todas y cada una de sus películas. El que busca encuentra y quien aquí quiera ver surrealismo, lo verá. Sin embargo, antes de que Roberto Bolaño también, en su novela Los detectives salvajes, tomara al DF como lugar propicio para que surja el realismo visceral, ya Luis Buñuel lo había filmado.
Apenas al principio la voz transparente de la narración homologa a la ciudad de México con las grandes urbes mundiales. El denominador común: la miseria. En primer lugar habría que discernir lo que significa esta aclaración inicial: el universalismo, la podredumbre humana llevaba a proporciones cosmológicas. El pesimismo que no lanza un problema social con esperanzadora solución, sino la realidad directamente extraída de las entrañas de la bestia humana que todos somos. En otras palabras: no se plantea una crítica social como lo haría, por ejemplo, un periodista, para que las autoridades correspondientes lo solucionen. Luis Buñuel es un artista y ha demostrado, más de una vez, que le gusta habitar el lado oscuro de la luna.
Una película excepcional para los de estómago fuerte; aquellos que pueden ver de frente el vértigo sin sentir apenas las pulsaciones de una muerte que no deja, la muy perra, de mordernos los huesos. Aquí se apuesta la sangre y se respeta al que gana, como dice el legendario José Alfredo Jiménez, porque acá en México la vida no vale nada. (Y tampoco que valga más en otro lado, contemplar lo esencial nos enseña que el país no importa cuando la lucidez nos mina las esperanzas.)
Por razones de espacio el spoiler comienza aquí:
El Jaibo sale del bote (cárcel) y se encuentra con sus cuadernos (amigos) para armar la pachanga (fiesta.) El Jaibo, como muchos aquellos que han sido enjaulados, salen de acuerdo a su condición, como animales salvajes buscando la venganza que pueda curar al alma y sanar el espíritu, o al menos desahogar la hiel que uno va acumulando con los puños apretados cuando está en la sombra (cárcel.) El Jaibo se despacha (mata) al Julián que fue el soplón culpable de que a él lo metieran al bote, mientras tanto Pedro ve el asesinato y no dice nada.
(Aquí les lanzo una pista a los especialistas de los símbolos bíblicos dentro de las películas; Pedro se llama el discípulo de Jesús que lo negó tres veces antes de que cantara el gallo; el personaje de la película, pues, tiene fijación en gallinas y gallos, pareciera que, para él, el tiempo del final está marcado por los cantos del gallo, por eso cuando se siente amenazado arremete contra las pobrecitas gallinas.)
La vida de Pedro y El Jaibo quedan entrelazadas pero parelelas; uno es el asesino y el otro su cómplice. De allí parte toda la trama de la película. Sin embargo, quisiera hablar de los simbolismos y momentos claves.
1, El Ojitos se pega a la teta de una cabra y comienza a chupar. Hay dos elementos a destacar, el primero el hambre excesiva que hacen a un niño arremeter así contra una teta; el segundo elemento es la comunión más bien bestial del humano con el animal. La razón nos hace, es cierto, más inteligentes y eso nos hace, también, más crueles. Si en algo nos homologamos a los animales es en los instintos básicos que, por demás, están destacados en esta película: el alimento, el sexo, en fin, la supervivencia.
2. El ciego cura con una paloma a una mujer. Muchos puede que aquí encuentren el tan anhelado símbolo surrealista que buscan como síntoma aquellos que, tan imbéciles como los psicoanalistas, quieren reducir la basta mente humana a unos prototipos muy limitados. Sin embargo, el imaginario mágico-arquetípico de la cultura mexicana es muy amplio y rico, si acaso sólo comparable al de Cuba y desconozco el de otros países. La magia blanca y negra, más que ser un cuadro de expresionismo alemán, es una realidad en muchos países bajos, y al jugar con la psyché realmente cambian paradigmas bajo algo tan sencillo como una limpia (que regularmente se hacen con huevos de gallina o ramas y no con una paloma.) Por otro lado, la física cuántica ha demostrado que los pensamientos realmente pueden modificar nuestro entorno (no lo digo como algo positivo, nuestro pensamiento regularmente es ensombrecedor mientras más inteligentes seamos) y si es así, al menos, la brujería tiene un elemento pragmático de relevancia científica. O sea, esto que se puede ver como un juego surrealista, es realismo visceral al estilo DF que absorbió el catolicismo, es cierto, como pudo haber absorbido cualquier otra religión y retorcerla hasta que quede a la altura de su deseo. Toda religión toma la forma del imaginario colectivo que la contiene. Ejemplos de ello son los Narco Santos o la Santa Muerte, a la cual le gusta, como atributo, cocaína que después misteriosamente desaparece. Este imaginario mágico tal vez sea lo que tanto seducía a Buñuel de México, ni siquiera se tenía que inventar nada, esto es cosa del vivir diario del mexicano; por ello se nos puede juzgar de prejuiciosos, pero si leemos a Gadamer nos damos cuenta que los prejuicios son precisamente lo que nos permite interpretar el mundo exterior y, sobretodo, interior. Además ese realismo mágico puede que nos dé ante el mundo un atisbo de ingenuidad, pero también nos da, a la par, algunos grandes, muy grandes escritores y magos de la lengua española.
Apenas al principio la voz transparente de la narración homologa a la ciudad de México con las grandes urbes mundiales. El denominador común: la miseria. En primer lugar habría que discernir lo que significa esta aclaración inicial: el universalismo, la podredumbre humana llevaba a proporciones cosmológicas. El pesimismo que no lanza un problema social con esperanzadora solución, sino la realidad directamente extraída de las entrañas de la bestia humana que todos somos. En otras palabras: no se plantea una crítica social como lo haría, por ejemplo, un periodista, para que las autoridades correspondientes lo solucionen. Luis Buñuel es un artista y ha demostrado, más de una vez, que le gusta habitar el lado oscuro de la luna.
Una película excepcional para los de estómago fuerte; aquellos que pueden ver de frente el vértigo sin sentir apenas las pulsaciones de una muerte que no deja, la muy perra, de mordernos los huesos. Aquí se apuesta la sangre y se respeta al que gana, como dice el legendario José Alfredo Jiménez, porque acá en México la vida no vale nada. (Y tampoco que valga más en otro lado, contemplar lo esencial nos enseña que el país no importa cuando la lucidez nos mina las esperanzas.)
Por razones de espacio el spoiler comienza aquí:
El Jaibo sale del bote (cárcel) y se encuentra con sus cuadernos (amigos) para armar la pachanga (fiesta.) El Jaibo, como muchos aquellos que han sido enjaulados, salen de acuerdo a su condición, como animales salvajes buscando la venganza que pueda curar al alma y sanar el espíritu, o al menos desahogar la hiel que uno va acumulando con los puños apretados cuando está en la sombra (cárcel.) El Jaibo se despacha (mata) al Julián que fue el soplón culpable de que a él lo metieran al bote, mientras tanto Pedro ve el asesinato y no dice nada.
(Aquí les lanzo una pista a los especialistas de los símbolos bíblicos dentro de las películas; Pedro se llama el discípulo de Jesús que lo negó tres veces antes de que cantara el gallo; el personaje de la película, pues, tiene fijación en gallinas y gallos, pareciera que, para él, el tiempo del final está marcado por los cantos del gallo, por eso cuando se siente amenazado arremete contra las pobrecitas gallinas.)
La vida de Pedro y El Jaibo quedan entrelazadas pero parelelas; uno es el asesino y el otro su cómplice. De allí parte toda la trama de la película. Sin embargo, quisiera hablar de los simbolismos y momentos claves.
1, El Ojitos se pega a la teta de una cabra y comienza a chupar. Hay dos elementos a destacar, el primero el hambre excesiva que hacen a un niño arremeter así contra una teta; el segundo elemento es la comunión más bien bestial del humano con el animal. La razón nos hace, es cierto, más inteligentes y eso nos hace, también, más crueles. Si en algo nos homologamos a los animales es en los instintos básicos que, por demás, están destacados en esta película: el alimento, el sexo, en fin, la supervivencia.
2. El ciego cura con una paloma a una mujer. Muchos puede que aquí encuentren el tan anhelado símbolo surrealista que buscan como síntoma aquellos que, tan imbéciles como los psicoanalistas, quieren reducir la basta mente humana a unos prototipos muy limitados. Sin embargo, el imaginario mágico-arquetípico de la cultura mexicana es muy amplio y rico, si acaso sólo comparable al de Cuba y desconozco el de otros países. La magia blanca y negra, más que ser un cuadro de expresionismo alemán, es una realidad en muchos países bajos, y al jugar con la psyché realmente cambian paradigmas bajo algo tan sencillo como una limpia (que regularmente se hacen con huevos de gallina o ramas y no con una paloma.) Por otro lado, la física cuántica ha demostrado que los pensamientos realmente pueden modificar nuestro entorno (no lo digo como algo positivo, nuestro pensamiento regularmente es ensombrecedor mientras más inteligentes seamos) y si es así, al menos, la brujería tiene un elemento pragmático de relevancia científica. O sea, esto que se puede ver como un juego surrealista, es realismo visceral al estilo DF que absorbió el catolicismo, es cierto, como pudo haber absorbido cualquier otra religión y retorcerla hasta que quede a la altura de su deseo. Toda religión toma la forma del imaginario colectivo que la contiene. Ejemplos de ello son los Narco Santos o la Santa Muerte, a la cual le gusta, como atributo, cocaína que después misteriosamente desaparece. Este imaginario mágico tal vez sea lo que tanto seducía a Buñuel de México, ni siquiera se tenía que inventar nada, esto es cosa del vivir diario del mexicano; por ello se nos puede juzgar de prejuiciosos, pero si leemos a Gadamer nos damos cuenta que los prejuicios son precisamente lo que nos permite interpretar el mundo exterior y, sobretodo, interior. Además ese realismo mágico puede que nos dé ante el mundo un atisbo de ingenuidad, pero también nos da, a la par, algunos grandes, muy grandes escritores y magos de la lengua española.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
3. El sueño de Pedro. Estuve tentado y creo que ustedes también, a decir que es el clásico caso del síndrome de Edipo. Me parece que no es eso, sino más bien el anhelo, normal, de cariño materno. La misma madre confiesa que no lo quiere por ser producto de una violación. Y Pedro hace lo que puede, pone su mejor esfuerzo para ser digno del cariño de su madre, un cariño que nunca logra, en parte porque las circunstancias siempre estuvieron en su contra. Ese es el tema principal, las circunstancias, esas que en ningún país faltan: la pobreza que lleva a más pobreza y la riqueza que lleva a más riqueza y una desigualdad social que se estira y se estira hasta que un día, a la mejor, se revienta. Incluso El Jaibo para mí no es culpable del todo, creo que eso trata de expresar Buñuel, sino que son las circunstancias lo que hacen que las cosas ocurran como ocurran y aunque un pez nade contra la corriente, la corriente tarde o temprano lo va a arrastrar a la mierda.
4. La leche en las piernas de la muchacha. No hay vuelta de hoja, la leche representa el semen. Es una de las escenas eróticas paradigmáticas del cine mexicano.
5. Pedro arroja un huevo contra la cámara. Nos han agarrado, ya no pasamos como una conciencia desapercibida. Antes de que las películas en tres o cuatro dimensiones hayan llegado a nosotros, quizá movimos un poquito la cabeza para que el huevo no nos fuera a dar en la cara. Allí el director nos está implicando, nos está diciendo que somos parte de eso. Por eso es que algunos toman mala fe contra Buñuel, porque el muy osado nos está diciendo que no somos el Dios omnisciente que es regularmente la pose que tomamos para ver una película. No hay Dios, ni para los protagonistas, ni para nosotros, no hay metaconciencias, todos estamos implicados en la misma cloaca. Buñuel nos saca de nuestro centro de confort y nos obliga a la empatía; incluso podemos oler la contaminación, como esa toma en la que Jaibo camina por una casa destruida mientras al fondo se ve el humo del tren; es la contradicción en los hechos, entre la ilusión del progreso y el solar baldío en el que resultó dicho progreso. La desolación que todos, en algún momento, somos.
6. La escena final: el viejillo gritando "¡Uno menos, uno menos; así irán cayendo todos, ojalá los mataran a todos antes de nacer!". Un aullido lapidario que recorre la carne y ensombrece los pensamientos, imposible no pensar en un Cioran, aquí está expreso su "inconveniente de haber nacido"; el nacimiento es la caída, una caída de la que no nos curamos, de la que jamás podremos curarnos; nacer es ya la enfermedad, por eso para autores como Mainländer la procreación debería estar prohibida, sobretodo en una ciudad sobrepoblada como el DF, donde incluso hoy en día el aborto es legal... Aunque otros, en tono sardónico, puedan decir que debería ser obligatorio. Luis Buñuel ha aprendido de los antiguos sabios nahuals que, según su etimología, eran los que "ponían un espejo frente a ti"; eso, decían, hace el sabio: pone un espejo frente a ti.
Esta es una película-espejo, ve tu verdadero rostro, humano, y horrorízate.
4. La leche en las piernas de la muchacha. No hay vuelta de hoja, la leche representa el semen. Es una de las escenas eróticas paradigmáticas del cine mexicano.
5. Pedro arroja un huevo contra la cámara. Nos han agarrado, ya no pasamos como una conciencia desapercibida. Antes de que las películas en tres o cuatro dimensiones hayan llegado a nosotros, quizá movimos un poquito la cabeza para que el huevo no nos fuera a dar en la cara. Allí el director nos está implicando, nos está diciendo que somos parte de eso. Por eso es que algunos toman mala fe contra Buñuel, porque el muy osado nos está diciendo que no somos el Dios omnisciente que es regularmente la pose que tomamos para ver una película. No hay Dios, ni para los protagonistas, ni para nosotros, no hay metaconciencias, todos estamos implicados en la misma cloaca. Buñuel nos saca de nuestro centro de confort y nos obliga a la empatía; incluso podemos oler la contaminación, como esa toma en la que Jaibo camina por una casa destruida mientras al fondo se ve el humo del tren; es la contradicción en los hechos, entre la ilusión del progreso y el solar baldío en el que resultó dicho progreso. La desolación que todos, en algún momento, somos.
6. La escena final: el viejillo gritando "¡Uno menos, uno menos; así irán cayendo todos, ojalá los mataran a todos antes de nacer!". Un aullido lapidario que recorre la carne y ensombrece los pensamientos, imposible no pensar en un Cioran, aquí está expreso su "inconveniente de haber nacido"; el nacimiento es la caída, una caída de la que no nos curamos, de la que jamás podremos curarnos; nacer es ya la enfermedad, por eso para autores como Mainländer la procreación debería estar prohibida, sobretodo en una ciudad sobrepoblada como el DF, donde incluso hoy en día el aborto es legal... Aunque otros, en tono sardónico, puedan decir que debería ser obligatorio. Luis Buñuel ha aprendido de los antiguos sabios nahuals que, según su etimología, eran los que "ponían un espejo frente a ti"; eso, decían, hace el sabio: pone un espejo frente a ti.
Esta es una película-espejo, ve tu verdadero rostro, humano, y horrorízate.