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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Drama La fama del saxofonista de jazz Charlie ’Bird’ Parker crece rápidamente a partir de su llegada a Nueva York en 1940. Pero Parker comienza a abusar del alcohol y las drogas, y su vida se convierte en un infierno. (FILMAFFINITY)
20 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de “Bird”, Clint Eastwood era (des) considerado por amplios sectores de la crítica —si no todos— un actor de fascistoides películas de acción con prurito de cineasta. Un poco como si Charles Bronson hubiera tenido la ocurrencia de meterse a director. Redoble de batería, carcajada estentórea. Probablemente nada haya más corto de miras que el prejuicio, suerte que el tiempo y el talento acaban poniendo a cada cuál en su sitio.
La película con la que se ganó el debido respeto es un sentido homenaje al malogrado genio Charlie “Bird” Parker y una declaración de amor al jazz, a sus intérpretes y a la música toda como nunca antes, me parece, ni seguro que después, se haya visto en la gran pantalla.
Haciendo gala de una admirable pericia narrativa, Eastwood se desmarca de la estructura convencional del “biopic” —ascenso-caída-(ascenso)— y opta por la traducción a imágenes, tan brillante como arriesgada, de la libérrima improvisación “bebop” sobre una línea melódica más o menos preestablecida. Juega asimismo con la iluminación, oscureciendo la fotografía hasta lo indiscernible para, de pronto, rasgarla con un fogonazo deslumbrador, sugerencia, más que recreación con pretensiones de retrato psicológico, de la complejísima personalidad del genio.
Encarna al atormentado saxofonista un Forest Whitaker ya entonces, y como siempre, superlativo. Profesional rayano en el estajanovismo e indiscutiblemente uno de los mejores actores de su generación, Whitaker constituye un ejemplo palmario del noble arte de hacer de la necesidad virtud. Porque su físico, muy poco común, le ha llevado a desarrollar una personalísima técnica interpretativa consistente en hacer suyos incluso personajes reales y mundialmente conocidos, caso aquí de Charlie Parker o del dictador de Uganda Idi Amin en “The Last King of Scotland” (El último rey de Escocia, 2006). Su composición de “Bird” Parker es una muestra detallada de la amplísima gama de emociones que, de manera aleatoria, simúltánea y muchas veces hasta contradictoria, pueden embargar al ser humano. Una conmovedora lección de sensibilidad y de atención al matiz. Pocos planos se me ocurren más hermosos que esos en los que, tras atravesar la densa cortina del humo de cigarrillos, nuestra mirada alcanza el escenario, donde una figura corpulenta se encoje sobre el saxo, en rapto casi metafísico, llevado por la sublimidad de su música en continua construcción.
Spike Lee, al que no le gusta el cine de Eastwood —así, en general—, censuró en su día la visión que de Charlie Parker se daba en esta cinta. Prueba de que, si las prisas son malas consejeras, también lo es el activismo, al menos en tanto criterio estético. Dije antes que tiempo y talento ponen a cada uno en su sitio ¿verdad? Pues eso.
Carorpar
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