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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
9
Drama En un accidente de coche, Julie pierde a su marido Patrice, un prestigioso compositor, y a su hija Anna. Al recuperarse de sus lesiones, decide comenzar una nueva vida, independiente, solitaria y anónima, alejada de los privilegios que antes disfrutaba. Olivier, el ayudante de Patrice, intenta sacarla de su aislamiento. Olivier está enamorado de ella desde hace muchos años y acaba convenciéndola para que termine el «Concierto para ... [+]
13 de marzo de 2016
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Primera parte de la trilogía que el polaco Krzysztof Kieslowski dedicara a los valores que vertebran la República Francesa —y toda declaración de derechos que se precie—, representados en los tres colores de su enseña. Esto es: libertad, igualdad y fraternidad.
No obstante, "Trois coleurs: Bleu" es, en primer lugar, un retrato de las sucesivas fases del duelo tras la pérdida de los seres más queridos. Crudo, aunque no por ello menos comedido. Ajeno a cualquier tentación plañidera, inasequible al efectismo. Una maravillosa Juliette Binoche personifica la mesura sentimental que preside la historia. Su frialdad sólo aparente —tremendo cuando el ama de llaves le espeta un desesperado "lloro porque usted no llora"—, no constituye sino mecanismo de sublimación del dolor y la soledad que devoran a su personaje, ejemplo palmario de que "la procesión va por dentro".
Es también, cómo no, una reflexión, en absoluto complaciente —más bien todo lo contrario— en torno al primero de los principios citados al comienzo: la libertad. Julie Vignon empieza una nueva vida, exonerada de toda obligación familiar o laboral. Sí, pero a qué precio. Vistas las premisas, o "daños colaterales" —qué eufemismo grosero, por cierto, a fin de no llamar a las víctimas inocentes por su trágico nombre—, no sé hasta qué punto alguien firmaría una libertad así. Yo no, desde luego. Y si bien es cierto que su vecina, la simpática prostituta, se dice orgullosa de una profesión que alega ejercer por gusto, no lo es menos que tarda muy poco en matizar su reivindicación confesándose incapaz de dormir sola por las noches, de manera que su libre albedrío ya no lo parece tanto.
Por último, puede entenderse como una alegoría, asimismo escasamente halagüeña, del proceso de integración europea —el azul es, de hecho, el color "corporativo" de la UE, ente político cada día más inescrutable y que en fechas recientes nos viene avergonzando con su nefasta gestión del drama de los refugiados—. Efectivamente, cabría ver una metáfora del proceloso trayecto — todavía hoy, como se ve, en el alero— en ese enigmático, inacabado "Concierto para Europa". Sus bellísimas notas, a cargo de Zbigniew Preisner, no se limitan a la tradicional función de subrayado, sino que irrumpen en escena sin ningún miramiento, congelada la acción en instantes de sobrecogedora "terribilitá", como si de un personaje más, y nada secundario, se tratara —habrán de perdonarme el recurso al tópico, pero en este caso sí viene a cuento.
En fin, que la feraz carga simbólica de la película no nos haga olvidar lo verdaderamente importante: "Trois Coleurs: Bleu" se erige en una de las cimas de la cinematografía europea. Una obra maestra indiscutible con que Kieslowski inaugura la trilogía que lo convertirá en referente. Lástima que no pudiera disfrutar de tan merecida fama, pues un infarto nos lo arrebató prematuramente —tenía 54 años— en marzo de 1996, hace ahora justo veinte años.
Carorpar
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