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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Thriller. Drama La primera versión cinematográfica del Dr. Mabuse consta de dos partes: “El gran jugador” y “El infierno”. El doctor Mabuse es un villano que no se siente atraído por los bienes materiales, sino por el placer que le proporciona jugar con el destino de los hombres. (FILMAFFINITY)
9 de abril de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El doctor Mabuse” es una de las cumbres del expresionismo, movimiento con el que Lang se mostrará después bastante crítico, tachándolo de “histérico”, y ello pese a haberse erigido él mismo en uno de sus máximos representantes —definitivamente no hay mejor cuña que la de la misma madera—. Así, ya en una obra tan temprana como ésta encontramos atisbos de sus reservas posteriores, concretamente en el aire folletinesco y paródico que le insufla.
Respecto al primero, la propia estructura en dos partes, subdivididas a su vez en actos, nos da una pista de por dónde van a ir los tiros. Habida cuenta del TDAH que afecta a las audiencias actuales —entre las que me incluyo— y las cuatro horas y media que dura la película, recomiendo dejarse guiar por dichas secciones para un visionado en varias etapas, como si de una miniserie se tratase. Y no es que resulte una película aburrida en absoluto —hablando, de nuevo, en términos de la epiléptica estética que caracteriza al audiovisual de nuestros días—. Antes al contrario, cada uno de los actos viene preñado de acción y situaciones rocambolescas, reafirmando sus trazas de novelón por entregas.
En cuanto el tono satírico, la elección de Rudolph Klein-Rogge para el papel protagonista no se antoja, a mi juicio, tan desacertada como me ha parecido leer por ahí. Caricatura grotesca de un demiurgo similar al de “El gabinete del doctor Caligari” (“Das Kabinett des Dr. Caligari”, 1920) —en la que, curiosamente, aparecía sin acreditar—, bajo tales parámetros cabe entender su interpretación, histriónica incluso para los estándares del cine mudo. Tampoco conviene tomarse demasiado en serio a esa charanga de malhechores que le secunda, sino más bien preguntarse en qué centro ocupacional los encontraría Fritz Lang, caso de que tales instituciones existiesen en la malograda República de Weimar. En fin, el propio Mabuse se mofa abiertamente de la nietzscheana “voluntad de poder” que el nazismo tergiversaría a su antojo, e incluso del expresionismo —eso sí, en su versión pictórica— cuando lo tilda de mero “divertimento”. En eso precisamente consiste al final “El doctor Mabuse”, en un gozoso espectáculo donde un sano espíritu lúdico no tiene por qué estar reñido con el respeto a la inteligencia y la sensibilidad del espectador. Harían bien los capos del cartel Marvel-Disney-Lucasfilm-etc. en echarle un vistazo.
Carorpar
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