Desde el primer minuto el guionista y director -M. McDonagh- aplica toda la presión sobre el celuloide de tal modo que se adivina que aquello terminará estallando por la fisura más insignificante.
Sofismas dichos con voz engolada para que parezcan argumentos y demagogia con billete de ida y vuelta sacada de la vida misma a base de destilar bilis consiguen que el espectador no se sienta cómodo y le obligan a realizar el esfuerzo de calibrar el alcance y coherencia de cada afirmación y de cada punto de vista.
Como obra cinematográfica el producto es magnífico y su factura impecable.
Posee imaginación, sentido del equilibrio, dinamismo, intriga, una banda sonora de alto voltaje y combina hermosos e idílicos paisajes naturales con una descarnada zozobra psicológica de honda raíz.