‘Jungla de cristal 3: La venganza’ es una gran película de acción, pero también es una secuela de la saga algo incongruente con el resto de la franquicia. Y es que, la cinta se tomó algunas licencias con el personaje de John McClane que personalmente no me gustaron. Aunque dentro de la gama de personajes acabados interpretados por Bruce Willis encaje perfectamente (por ejemplo, presentarlo como un alcohólico al principio del film).

Por otro lado, la vuelta de John McTiernan era un aliciente muy jugoso para todo amante del buen cine de acción. Puede que McTiernan no sea un genio pero lo que sí es, es un artesano de primera categoría que logra que el nivel de espectacularidad de la franquicia se mantenga muy alto. Amén de introducir a Nueva York como un personaje más de la película, explorando sus esquinas y llevándonos en volandas en un tour especial por la gran manzana. Y lo hace a su manera, evitando que las escenas de acción entorpezcan el avance de la trama, que estén en el film por necesidad del argumento y no para apabullar al espectador.

En el reparto destacó la pareja formada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson. Las situaciones que se dan entre ambos son de lo mejor del film. Verlos juntos intentado adivinar los acertijos de Simon, la cara de Zeus cuando McClane atraviesa la ciudad en el taxi por Central Park, el momento de los galones, la visita al Banco de la reserva… Todos ellos grandes instantes que, sin Jackson en el film, seguramente no se hubiesen producido y que dan un plus de calidad al guión escrito por Jonathan Hensleigh.
Mención aparte para Jeremy Irons como el villano. Un villano muy a la altura del héroe al que se enfrenta y con un sentido del humor muy suyo...

En definitiva: ‘Jungla de cristal 3: La venganza’ es una de las mejores cintas del cine de acción de los 90s. Violencia desmedida y brutal. Reparto de actores en estado de gracia (en especial la pareja formada por Willis & Jackson). Imprescindible para todo buen amante del género.

-Lo mejor: La perfecta mezcla entre acción y comedia. El trabajo de los actores. La dirección de McTiernan, siempre ejemplar. Sus diálogos. La inolvidable escena del ascensor. Las persecuciones del film. Los ingeniosos acertijos de Simon.

-Lo peor: La escena del barco, demasiado caricaturesca. Su anticlimático final. Y la alcoholización de McCLane.

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