'Sentencia de muerte' de James Wan guarda muchas similitudes con ‘La extraña que hay en ti‘ y, por supuesto, con ‘El justiciero de la ciudad’, no en vano, el “padre literario” es el mismo, Brian Garfield. De esta forma, en ‘Sentencia de muerte’ una persona de la calle va en busca de venganza por la muerte de un ser querido y termina tomándose la justicia por su mano por los recovecos legales de la justicia americana.

En el film Wan demuestra que es todo un maestro a la hora de exponer la violencia en pantalla, ver sino la muerte del hijo del protagonista, o el excelente plano-secuencia/persecución de Nick huyendo de la banda de Billy. Por si todo eso no fuera suficiente, aún nos queda por disfrutar del tremendo clímax final culminado con un cara a cara soberbio. Además, a todo esto ayuda sobremanera la absorbente ambientación de Wan y los tonos ocres y sucios que otorga John R. Leonetti a la fotografía del film, sumados a la sangre que salpica la pantalla y que se nos muestra más roja que nunca.

Destacar al personaje de Nick Hume, una fantástica creación del siempre excelente Kevin Bacon. Nick es un ciudadano normal,un experto en valorar riesgos que decide pasar a la acción directamente contra los asesinos de su hijo mayor. Un personaje que terminará convertido en un "homenaje" a Travis Bickle (el legendario icono creado por Robert De Niro en 'Taxi Driver') con Nick revolver en mano y cabeza rasurada, con el objetivo claro y simple de matar a todos los implicados en el crimen, uno a uno, sin contemplaciones, sin tiempo para discursos estúpidos, sólo balazos y más balazos.

En definitiva: 'Sentencia de muerte' es un film recomendando a los amantes de los justicieros nocturnos que cuenta con un reparto ajustado y acertado. Una película sin medias tintas ni leches. Una rareza dentro de este cine tan light e insípido que es el que nos está tocando vivir.

-Lo mejor: Una violencia insana y brutal que no atiende a correcciones políticas ni medias tintas. Kevin Bacon en otra demostración de que es el actor más desaprovechado de su generación. El clímax final.

-Lo peor: Unos diálogos que no terminan de enganchar. Un John Goodman en plan funny-mother-fucker. La pasividad de la policía del film.

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