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Voto de Revista Contraste:
3
Drama L.S. Lowry fue una de las figuras artísticas más importantes del Reino Unido de mediados del siglo 20. Lowry era un pintor famoso por su visión única del noroeste industrial de Inglaterra. La película nos muestra la complicada relación que mantiene con su madre, una mujer empeñada en criticar cualquiera de los gustos de su hijo.
12 de febrero de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo la estela de otras propuestas biográficas sobre la vida y la obra de grandes autores, La Sra. Lowry e hijo se siente distinta. Parte de la figura de uno de los artistas británicos más famosos y queridos. No obstante, se deja de lado su obra para centrarse en algo muy específico: la compleja relación con su madre, Elizabeth Lowry.

A lo largo de los noventa minutos de metraje, se nos introduce en el hogar de los Lowry para ser testigos del amor que le profesaba a su madre y la dureza con la que esta lo trató, machacándolo para que renunciara a su pasión por pintar. Ambos se nos muestran como personajes en busca de algo inalcanzable, en un constante tira y afloja. Mientras Elizabeth desea llegar a ser alguien de bien para salir de la “ruina” y lograr la felicidad, Laurie se mantiene en ese vínculo nocivo para ambos a la espera de hacer feliz a su madre y obtener su reconocimiento.

Esa búsqueda imposible mutua y el choque constante ponen de relieve un guion anodino y una trama que, sin conseguir llegar a avanzar nunca, hubiera funcionado mejor como secundaria. Sin embargo, no todo los errores se manifiestan en estos dos puntos.

Tras un inicio confuso, Adrian Noble, conocido por sus obras de teatro, revela un pobre manejo del lenguaje fílmico y, por ende, de la cadencia, el ritmo y la forma de desenvolverse con la cámara frente al elenco.

En un aparente desconocimiento a la hora de enfocar la historia, el director se lanza a usar un amplio abanico de recursos sin ton ni son y sin un sentido específico y razonado. De esta manera, el público se encuentra con una mirada a cámara y un flashback que no se vuelven a repetir, con las voces en off de ambos protagonistas o con molestos fundidos. Estos últimos, además de ser excesivos, demuestran un uso nada justificado –a veces son transiciones y otras veces son “intentos poéticos” de superponer imágenes– y hacen caer al film en una sobreexplicación que ya es abundante de por sí en los diálogos. Además, parece que en momentos use esta técnica de conectar planos por dudas sobre la eficacia del texto o sobre la capacidad de su reparto de transmitir al espectador. Todo esto se une a un montaje caótico, precipitado y desconcertante que descoloca en más de una ocasión.

En el cuadro que traza Noble no hay espacio para la vida del artista, solo para el constante choque con su madre. El interés de Laurie por capturar el modo de vida a su alrededor, su mundo, sus ensoñaciones y su verdad podrían haber sido un gran ejercicio de puesta de escena usados en beneficio del relato, pero son pinceladas desechadas y falsas promesas hacia el auditorio, como la secuencia de los obreros al salir de la fábrica.

Asimismo, el largometraje posee dos aspectos muy destacables que permiten que uno se sienta cómodo sentado frente a la pantalla y esperando a ver qué se sucede: la ambientación y los intérpretes.

La Sra. Lowry e hijo vuelve a demostrar la calidad estética y el detallado diseño de producción de las películas británicas, sobre todo aquellas históricas o de época. Consecuentemente, se puede respirar autenticidad por la sutileza con la que se consigue enmarcar la etapa –hasta en los pequeños detalles– y la atmósfera lograda.

En cuanto a la dinámica entre ambos protagonistas, es sin duda uno de los factores que mantienen el argumento a flote. Junto a una Vanessa Redgrave, que se encuentra postrada en la cama todo el tiempo, Timothy Spall vuelve a ponerse en la piel de otro pintor tras su magnífico rol en Mr.Turner. Ambos, lejos de conseguir las mejores interpretaciones de sus vidas, salen airosos por su capacidad de captar el interés de la audiencia en sus respectivos papeles.

Al alejarse de la esencia del artista y centrarse en la simple riña materno filial, todo el alboroto propuesto por La Sra. Lowry e hijo acaba llevando a nada. Simplemente, vemos cómo L. S. Lowry es retratado como un simple hombre que, por amor, se subyugó a una madre incapaz de amarlo como él quería y apoyarlo cuando él la necesitaba.

A pesar de que algunos puedan encontrar un rato de desconexión en ver a dos grandes actores desenvolverse a duras penas, no hallarán aquí un gran biopic sobre una importante figura. L. S. Lowry sentencia, en más de una ocasión, que él solo es “un hombre que pinta; nada más y nada menos” y al pie de la letra se lo toma esta cinta.

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Revista Contraste
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