Serge Bozon presenta un film que se nutre del arquetipo del Don Juan para hacer una relectura. Así, no solo se representa una de las obras protagonizadas por dicho personaje dentro de la película –más a modo de excusa sobreexplicativa para dejar clara la motivación reinterpretativa tras el argumento–, sino que el propio protagonista ejemplifica algunos de los rasgos característicos donjuanescos.

Laurent (Tahar Rahim) es abandonado por su prometida (Virginie Efira) el día de su boda y eso lo lleva a un abismo de desesperación; no solo por su supuesto amor hacia ella, sino también, lo remarca el propio personaje, por haber hecho el ridículo delante de los cuatro gatos que acudían al casamiento. Esa interesante reimaginación del Don Juan a través de Laurent desde un estudio de las masculinidades tóxicas va quedando lentamente patente, pero pierde fuerza una vez Bozon se abandona a una realización vacua.

No es el narcisismo inquebrantable del joven lo que echa hacia atrás, sino la apatía general transmitida por esa frialdad formal que no sugiere nada e incluso parece perdida por momentos. Esta se acompaña de unos secundarios que no logran hacer empatizar, en cierta medida debido a unas interpretaciones de grandes actores que caen aquí –quizás a causa de la dirección– en una absoluta planitud. Junto a ellos, se halla un guion que parece avanzar sin causa, sin sustancia, y que va perdiendo intención a medida que se desarrolla. Incluso los momentos musicales, con piezas sencillísimas más a modo de acompañamiento ligero que otra cosa, carecen de brillo y chispa. Esta combinación va arrastrando lentamente hacia un desinterés por una obra cuya idea germinal era realmente interesante, pero cuya ejecución desatina.

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