Ricardo Darín salva la cara de una película que resulta más entretenida por el progresivo descenso a los infiernos de su protagonista principal, que por su intriga plana y sin aristas. Y, encima, todo deriva hacia un desenlace demasiado previsible, al que incluso parece que el guionista nos quiere abocar desde el principio.

El inicio es interesante, la presentación de los personajes a través de lo cotidiano es muy verosímil, en apenas cinco minutos ya conocemos las premisas básicas en que se basa el argumento. Y a continuación llega el “petardazo” de la desaparición de los niños. Un buen inicio. Sin embargo, a continuación la trama va dando bandazos de un modo disperso, sin apenas elementos que incentiven el interés del espectador, de modo que la historia va perdiendo gas a medida que avanzan los minutos. Y, como digo, al final resulta más interesante el conflicto interior del protagonista que la resolución del caso y la identificación del culpable. Y supongo que eso es lo peor que se puede decir de una película que se publicita como “thriller”.

“Séptimo” se convierte en un mero producto de lucimiento de sus actores protagonistas (aunque sólo Darín supere el listón con solvencia), que sirve para pasar el rato, y que termina siendo víctima de las expectativas que genera su prometedor arranque. Poco más.