No ha aguantado bien el paso del tiempo. Seguramente en su momento fue una película revolucionaria en cuanto a forma y contenido, pero vista a día de hoy es una mera “road movie” en donde nunca pasa nada sustancial. La peli podría durar cinco horas, y el resultado sería el mismo. Bueno, seguramente nos habríamos aburrido un poco más. Pero el resultado final no sería diferente.

Me quedo con las escenas de paisajes y cuidada banda sonora. Hopper se recrea en ellas, y es cierto que no nos cansaríamos nunca de ellas. Pero poco más. “Easy rider” nos muestra las peripecias de dos compañeros de viaje en sus motos. No acabo de encontrarle ese punto de himno a la libertad o canto a la cultura hippy. Ni los protagonistas ni el resto de personajes me parecen especialmente libres. Y en cuanto al movimiento hippy, mejor no hablamos. El retrato que se hace de la vida en la comuna no es precisamente positivo, al menos en mi opinión. Y ello por no hablar de la explícita apología de las drogas, desde el primer minuto...

Más que de libertad, “Easy rider” habla de tolerancia. Concretamente, es una crítica directa a la intolerante sociedad en la América profunda. Quizá en ese sentido su mensaje aún pueda tener algo de vigencia. La aparición del personaje de Nicholson viene a alegrar un tanto la trama, y es que los protagonistas principales no evolucionan, son totalmente anodinos. No sabemos por qué están juntos, ni hacia dónde se dirigen. Ni siquiera parecen amigos. Podrían estar enfadados el uno con el otro, y no nos enteraríamos. Simplemente, están. Con ello, el guión resulta totalmente plano y la película se convierte en una mera sucesión de situaciones aisladas, algunas más afortunadas que otras. Y todo ello hasta desembocar en un final abrupto y metido con calzador, que pretende sacudir la conciencia del espectador de una manera demasiado fácil.

En fin, la apruebo por su indiscutible audacia. Pero poco más.