La película está basada en la vida de Simeón el Estilita, anacoreta del siglo IV que pasó 40 años de su vida en el desierto de Siria. Simón, que así lo rebautiza el maestro, pasó seis años, seis meses y seis días en lo alto de una pequeña columna de unos tres metros de altura inicialmente, para mudarse después a otra más aparente construida por el potentado Práxedes Mateo, en medio de una sardónica ceremonia de tinte oficialista y publicitario.
El film está repleto de gags, momentos geniales, osadía y crítica feroz, como cuando en la inaguración de la nueva columna devuelve las dos manos a un manco quien inmediatamente aprovecha sus nuevas extremidades para pegarle a su hija.
La banda sonora incluye tambores de Calanda, saetas y el himno de los peregrinos de Raúl Lavista con texto en latín, idioma en el que inicialmente iba a ser rodada la película. Afortunadamente desistió porque dudo mucho que en los desiertos sirios durante el siglo IV hubiese muchas personas que hablasen latín. La música nos ayuda a comprender la paranoide obsesión de Simón por un lado y por otro refuerza el carácter ortodoxo, recalcitrante y medieval de la religión de masas.
Todos los anacronismos me han parecido geniales y hay unos cuantos. Siempre están en función de la crítica satírica hacia la moral católica (respetando a los que realmente creen, quienes siempre fracasan en sus buenas intenciones) y hacia el materialismo de nuestra sociedad.
Buñuel entendía el cine como un medio para mostrar la realidad de una manera diferente, intentaba despertar, sugerir, hacer pensar, que el espectador descubriese, lo de las explicaciones lo llevaba bastante mal.
Le dice la segunda vez el diablo a Simón:
"Desgraciado Simón, pon fin a tus locuras.
Lo perdido dalo por perdido. Y tú
eres antes que nadie primero entre los desgreñados,
hijo de la vendedora de conejo... ¡Simón!
no debes tu mérito más que al espesor de tu barba
y a tus dientes lavados con orina siria."