Parece extraño: un ocho para una peli policial con toques esotéricos y de clara intensión sensiblera. Uno observa y termina de ver Ghost con la maldita sensación de que la idea ya estaba en el aire, no se ha probado nada nuevo; uno no puede dejar de pensar que detrás de cierta parnafernalia solo se esconde un producto vacío pero, ¿esto es realmente así?

Zucker no es un dichoso, a ver, Ghost es una historia convencional, bien narrada pero convencional. La trama policial da un hilo conductor al argumento pero se nota, y bien claro, que solo es una excusa para mostrar lo otro: el amor de un hombre que ha sido asesinado hacia su pareja. Al mejor estilo fantasma-que-no-logra-descansar-en-paz, aquí se suma también un amor que perdura por sobre los límites de la vida y la muerte. Será el amor de el junto con su deseo de esclarecer su crimen el que lo llevará a inmiscuirse en el mundo de los vivos. Todo está discretamente expuesto y sin embargo Ghost se magnifica, repito la pregunta: ¿Por qué?

No hay una respuesta ni remotamente cercana, porque lo que se siente en la obra de Zucker es una devoción que impulsa al sacrificio. En algún lado, o en todos, de esta peli es tan fuerte la sensación de que allí había un amor verdadero que conmueve, y mucho, a pesar de su trama convencional, sus modos trillados y la mar en coche. Este es uno de esos casos en donde los críticos pueden arrodillarse y sentirse humillados, porque Ghost transpira una pasión tan fuerte que es imposible llevarla al terreno del lenguaje.