Observen la tapa, obsérvenla bien: cada cuadro representa un personaje, cada personaje tendrá dentro de esta peli una historia que le corresponda. La peli dura dos horas. La caracterización de los personajes es tan simple como ambiciosa en cuanto a los grupos sociales que intenta representar. Las historias no se desarrollan en paralelo, sino que se entrecruzan. Insisto: todo esto en dos horas. La obra de Kwapis no pierde sus estribos jamás, pero parte con cien cañas para atrapar cinco, seis peces.

La peli está dividida en actos, cada acto posee una introducción en forma de falso documental/testimonial. Las temáticas varían: o se parte de dudas tan válidas como superficiales en su tratamiento por semejante atolladero humano, o bien, pero no abunda, se profundiza sobre tal o cual personaje hasta llevarlo a su esencia dentro de una situación específica.
Sobre esto quiero centrarme: la trama toca tanto, pero tanto al ser humano moderno que si bien nunca pierde esa mirada denotadamente femenina si logra interpelarnos genéricamente, más allá del sexo en cuestión.
Solo necesitamos prestar atención para saber que situación nos involucra desde nuestras propias actitudes y es que la peli no miente: las relaciones humanas han cambiado, el chat nos sumerje en una realidad tan virtual que parecemos no percibirlo. El problema radica en la mirada coral, obligada por la cantidad de personajes en cuestión: la obra planea disparando cuestiones y la mayoría de ellas apenas atraviesan lo epidérmico, lo netamente superficial.

Eliminando metraje, que dure una hora y media. Eliminando personajes para asi eliminar secuencias sobrantes. Esta peli lleva lo valioso de la esencia que tocamos día a día. Esa misma esencia que, casualmente, se nos va escurriendo entre tantos detalles menores.