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Voto de ANDRES QUINTERO:
6
Aventuras. Romance En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del ... [+]
27 de junio de 2011
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Agora tenía todas las credenciales para ser una gran epopeya. Pero no lo fue. Agora es, contada en un escenario pomposo, el relato de una mujer - la astrónoma Hypatia - cuyo único anhelo era entender el desplazamiento de los planetas. A su lado se incuba un amor imposible de liberación, conversión, traición y redención.

El haberse centrado en un personaje que pese a la encarnación de la bella Rachel Weisz resulta distante e inhumano , le quita a la historia su impulso vital y la despoja de una trama que envuelva y cautive.

La ausencia de un nudo dramático que le de sentido a los seres y a las situaciones que lo conforman, se traduce, en el caso de Agora, en una sensación de desaprovechamiento y desperdicio. La icónica Alejandría y su aún más emblemática biblioteca que debieron serle más útiles a la trama, se quedan a mitad de camino y el espectador solo se pregunta por los artificios de un computador. El fatuo tradicional de estas películas (confrontaciones de miles, majestuosos derrumbamientos, coliseos o ágoras atestadas de gente…) debe servir de marco a historias de similar talante. Cuando, como en Agora, ello no sucede así, esa parafernalia escénica se vuelve un entramado artificial y pesado que, por su inoportuna grandilocuencia, le resta protagonismo al núcleo de la historia.

Es de reconocer en todo caso el buen ojo de Amenabar. Buen ojo tanto desde un punto de vista técnico, como desde una perspectiva argumental.

Del primero de ellos se sirve el español para mostrarnos, desde el espacio y con un sistema de aproximación satelital, la legendaria Alejandría; ojo aéreo del que también se sirve para captar las confrontaciones de credo entre paganos, cristianos y judíos haciéndoles ver como hormigas en diáspora. Con este juego del ojo omnímodo que es capaz de enfocar el globo terráqueo y pasar luego a la estulticia humana que mata por imponer sus dioses, la película transmite esa inquietante desazón de una humanidad condenada a su propia soberbia, es decir, a su propia torpeza.

Y del segundo se vale Almenabar para poner nuevamente sobre la mesa esa aberración que será siempre la imposición de un credo. Puede ser que la forma con la cual se abordó este tema en Agora resulte superficial y sesgada. Sin embargo siempre vendrá bien que se nos recuerden las infamias de las que hemos sido capaces arropados por las túnicas o por las banderas de las verdades reveladas.

Amenabar quiso con Agora tejer un entramado al que concurrieran los conflictos religiosos, la actitud valiente de una mujer y la fuerza devastadora de un amor no correspondido. Todo ello contado desde una perspectiva racionalista que responsabiliza al hombre de su propio destino. De ese tejido se salvan muchas puntadas pero como conjunto solo queda una historia que no alcanza a rasguñar la emoción del espectador.
ANDRES QUINTERO
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