Roma es una de esas películas que se ve con el corazón sobrecogido como la contemplación de una obra de arte hecha en formato cinematográfico.
Al tono cadencioso, no lento de la historia, le acompaña el movimiento de la cámara que busca o sigue al personaje dándonos una visión general del contexto, además Cuarón consigue con esa forma de rodar hacer de la propia casa de la calle Tepejí un personaje principal.
La productora decidió poner en manos de Cuarón el presupuesto que acertadamente no se utilizó para contratar a estrellas de Hollywood. Alfonso Cuarón se rodeó de un ejército de trabajadores del cine a los que supo sacar lo mejor de cada uno de ellos. Todo esto se nota en esos encuadres cuidados hasta el último detalle, un vestuario adecuado a aquellos años, un equipo de tomas exteriores eficaz y todo ello asesorado por un servicio de documentación que complementado con todo este pequeño ejército consiguen pulir en Roma una joya.
Y es que todo lo dicho solo conseguiría hacer de Roma una película arty si no hay algo que contar. El argumento en sí podría quedarse en un dramón vulgar con pretensiones estilistas tipo "Manchester frente al mar" (que ya reseñé en este mismo portal) pero en Roma la forma de contar los golpes que da la vida a estas dos mujeres de tan diferente procedencia, el encaje de los mismos que hace cada una de ellas y la protección de la inocencia de los niños que empiezan a entrar en la adolescencia hacen un hermoso homenaje a la grandeza de esas personas que se sobrepusieron a sus tragedias personales para que no nos afectara a nuestra infancia y que ahora como adultos comprendamos su sacrificio.