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Voto de Gabriel Ufa:
7
6,7
2.134
Drama. Romance
París, 1928. Tras la Revolución Rusa de 1917 y, después de varios años de exilio, un grupo de súbditos leales al zarismo sigue buscando el rastro de la Gran Duquesa Anastasia, la única superviviente de la matanza de Ekaterimburgo (1918), ciudad donde los bolcheviques de Lenin acabaron con la dinastía de los Romanov. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Roma, ciudad abierta” tuvo la culpa de que Ingrid Bergman decidiera marchar a Italia, para rodar con Rossellini, el director que la había maravillado con dicho film, sin ni siquiera conocerlo. Durante el rodaje de "Stromboli" comenzó una relación con Rossellini y quedó embarazada. Al estar casada, el escándalo no se hizo esperar, fue declarada "persona non grata" en América y la bella actriz sueca permaneció siete largos años alejada de Hollywood, por el rechazo del público norteamericano.
“Anastasia”, película que tiene mucho en común con la propia vida de Ingrid Bergman (recuperar su identidad y el sitio estelar que le corresponde tras un largo periodo), le devolvió de manera estelar a lo más alto del star-system y fue recompensada con el Oscar, en su quinta nominación.
La historia de Anastasia recrea la leyenda de la hija menor del zar Nicolás II, según la cual sería la única superviviente de la matanza perpetrada por el ejército bolchevique contra la familia Romanov. Tras años, amnesia y moribunda es encontrada por el exiliado general Bounine (genial Yul Brynner), quien, tras comprobar su asombroso parecido con la hija del zar, la convertirá, con grandes sacrificios, en la gran Duquesa Anastasia, con objeto de alcanzar una apreciable y cuantiosa herencia.
Aunque sólo fuera por el retorno de la bellísima actriz a Hollywood tras tanto tiempo, esta obra ya merecería la pena. Pero no es sólo eso. La producción es distinguida, elegante y placentera. Anatole Litvak, director de origen ruso (por tanto comprometido con el film), lleva a cabo una dirección más que acertada. Arropado por un fantástico trabajo técnico que va desde una brillante fotografía, un vestuario encomiable, un formato scope sabiamente utilizado, una partitura de Alfred Newman pegadiza y un diseño de producción majestuoso, Litvak revive un pequeño cuento de hadas insertado en la historia del siglo XX, pero sin olvidar las embestidas del realismo.
Respecto a Ingrid Bergman, de la cual me declaro fan incondicional, poco se puede decir que no se haya dicho ya. Es arriesgado aseverarlo, pero quizás después de “Casablanca” no la había visto tan bella, al menos en esta etapa de esplendorosa madurez. Su simple presencia, tras su prolongada ausencia de Hollywood, ya justificaría la película, pero si además aparece con sus mejores galas (radiante vestido blanco) en el palco de un teatro, la satisfacción es completa. No es su mejor interpretación, pero tiene varios momentos muy destacados como cuando, entre risa y llanto, acepta sin estar nunca segura, que es la gran Anastasia.
Aunque el final es algo repentino, estamos ante un film altamente recomendable, que los amantes del cine clásico y los admiradores de la belleza genuina de Ingrid Bergman no deben perderse.
“Anastasia”, película que tiene mucho en común con la propia vida de Ingrid Bergman (recuperar su identidad y el sitio estelar que le corresponde tras un largo periodo), le devolvió de manera estelar a lo más alto del star-system y fue recompensada con el Oscar, en su quinta nominación.
La historia de Anastasia recrea la leyenda de la hija menor del zar Nicolás II, según la cual sería la única superviviente de la matanza perpetrada por el ejército bolchevique contra la familia Romanov. Tras años, amnesia y moribunda es encontrada por el exiliado general Bounine (genial Yul Brynner), quien, tras comprobar su asombroso parecido con la hija del zar, la convertirá, con grandes sacrificios, en la gran Duquesa Anastasia, con objeto de alcanzar una apreciable y cuantiosa herencia.
Aunque sólo fuera por el retorno de la bellísima actriz a Hollywood tras tanto tiempo, esta obra ya merecería la pena. Pero no es sólo eso. La producción es distinguida, elegante y placentera. Anatole Litvak, director de origen ruso (por tanto comprometido con el film), lleva a cabo una dirección más que acertada. Arropado por un fantástico trabajo técnico que va desde una brillante fotografía, un vestuario encomiable, un formato scope sabiamente utilizado, una partitura de Alfred Newman pegadiza y un diseño de producción majestuoso, Litvak revive un pequeño cuento de hadas insertado en la historia del siglo XX, pero sin olvidar las embestidas del realismo.
Respecto a Ingrid Bergman, de la cual me declaro fan incondicional, poco se puede decir que no se haya dicho ya. Es arriesgado aseverarlo, pero quizás después de “Casablanca” no la había visto tan bella, al menos en esta etapa de esplendorosa madurez. Su simple presencia, tras su prolongada ausencia de Hollywood, ya justificaría la película, pero si además aparece con sus mejores galas (radiante vestido blanco) en el palco de un teatro, la satisfacción es completa. No es su mejor interpretación, pero tiene varios momentos muy destacados como cuando, entre risa y llanto, acepta sin estar nunca segura, que es la gran Anastasia.
Aunque el final es algo repentino, estamos ante un film altamente recomendable, que los amantes del cine clásico y los admiradores de la belleza genuina de Ingrid Bergman no deben perderse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Rodada íntegramente en los estudios Borehamwood de Londres, excepto unos pocos exteriores en París por la noche, el film tuvo un presupuesto de 3.5 millones de dólares y no se reparó en gastos para asegurar una producción de primera clase.
Adaptando la obra de Marcelle Maurette, el guionista Arthur Laurents establece un logradísimo relato que mezcla con interés la historia y la leyenda. Litvak le confiere el toque distinguido de las grandes superproducciones, con ese aroma a clásico que suele gustar a todo tipo de público.
Yul Brynner, también de origen ruso, está inconmensurable. Tiene porte, empaque, fastuosa presencia y una enorme seguridad en sus diálogos. Su personaje de Bouninne es un excelente maestro de ceremonias, es el rey del protocolo, sabe lo que hay que hacer en cada momento y no se rinde nunca en pos de su objetivo.
Los actores secundarios son de lujo. Simpatiquísima Martita Hunt en el papel de la baronesa Elena von Libenbaum (en realidad una coqueta asistenta de lujo) o la mítica Helen Hayes, una espléndida Emperatriz Maria Feodorovna.
Adaptando la obra de Marcelle Maurette, el guionista Arthur Laurents establece un logradísimo relato que mezcla con interés la historia y la leyenda. Litvak le confiere el toque distinguido de las grandes superproducciones, con ese aroma a clásico que suele gustar a todo tipo de público.
Yul Brynner, también de origen ruso, está inconmensurable. Tiene porte, empaque, fastuosa presencia y una enorme seguridad en sus diálogos. Su personaje de Bouninne es un excelente maestro de ceremonias, es el rey del protocolo, sabe lo que hay que hacer en cada momento y no se rinde nunca en pos de su objetivo.
Los actores secundarios son de lujo. Simpatiquísima Martita Hunt en el papel de la baronesa Elena von Libenbaum (en realidad una coqueta asistenta de lujo) o la mítica Helen Hayes, una espléndida Emperatriz Maria Feodorovna.