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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
6
Bélico. Drama En un pueblo inglés, Albert, el hijo de un granjero, ve nacer un potrillo. Poco después, su padre lo adquiere en una subasta, y el chico le pone de nombre Joey. Pero la familia se arruina y no tiene más remedio que vender el caballo justo cuando estalla la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ése es el punto de partida de un viaje en el que tanto Albert como Joey lucharán por sobrevivir a la contienda y volver a estar juntos. (FILMAFFINITY) [+]
10 de febrero de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caballo de batalla es tal como parece. Grandilocuente, inverosímil, desorbitada, infantiloide, a la búsqueda implacable de espectadores, a la cacería del mayor número de galardones. No esconde sus propósitos, más bien hace gala de ellos. Es también una suma de cintas. El principio le evocará a Babe, el cerdito valiente, en el desarrollo descubrirá destellos de Salvar al soldado Ryan y Hermanos de sangre y en la escena final le vendrá a la memoria Lo que el viento se llevó. Es un cúmulo tan disparatado de géneros, de homenajes y autohomenajes, que resultaría infumable si no fuera por su ambición de película total.

El sello Steven Spielberg, que antes era garantía de éxito, ha demostrado este año mostrar claros síntomas de agotamiento. Las incursiones del rey Midas de Hollywood en la pequeña pantalla han disminuido a la altura del betún sus obsesiones extraterrestres (Falling skies) y jurásicas (Terra Nova). Mayor fortuna tampoco han corrido sus últimas coproducciones cinematográficas. Ni con Peter Jackson en Tintín ni con J.J. Abrams en Super 8 ha logrado el creador de E.T. cautivar como antes.

Lejos de alianzas, Caballo de batalla suponía su regreso en toda regla como director tras Munich. La primera cita en siete años con el Spielberg puro y duro. Pero desde luego el reencuentro viene a certificar que su imaginación, antes desbordante, no atraviesa por uno de sus mejores momentos. Siempre se le ha acusado de imprimir en sus obras un cierto complejo de Peter Pan, una tendencia bastante obsesiva hacia la fábula, pero en esta ocasión lo ha llevado hasta tal extremo que incluso Walt Disney terminaría frunciendo el ceño.

La primera parte de la cinta es la que más daño le hace al metraje. A la presentación edulcorada del caballo Joey le suceden unos personajes tan estereotipados como el de los padres humildes pero honrados, el malvado arrendatario de la granja e incluso una oca que, sin hablar, aparece con el único fin de conquistar a los más pequeños. No ayudan en nada frases del tipo “con las penurias que estamos pasando” o una omnipresente banda sonora que se encarga de acentuar todas y cada una de las emociones que conviene estimular, léase ternura, pena, risa fácil o suspense.

A pesar de su innegable proeza visual, de un sentido del ritmo que acelera las dos horas y media de metraje, Caballo de batalla no deja de ser un ejercicio de escasa exigencia, tanto para el director, que echa mano de las herramientas más elementales de conquista, como para el espectador, que sólo debe dejarse guiar cual GPS a través de la ruta más fácil y rápida hacia la risa o el llanto. Para muchos sería un insulto si el firmante no fuera Steven Spielberg. Para otros es la certificación de que a nuestro Peter Pan favorito la vejez no le está sentando nada bien.
polvidal
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