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Estados Unidos Estados Unidos · Yoknapatawpha
Voto de Jewel:
2
Drama Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su ... [+]
4 de enero de 2014
74 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salgo de ver Nymphomaniac (1), y barrunto que algo así debe de ser la pregunta que asalta a Larsvon por las noches. Esa cosa del "goce femenino", ese misterio eterno, ese abismo primordial... Ese Gran Interrogante que sigue ahí porque todavía pervive un mandato aún más ancestral y más enquistado: el que exige al hombre que "sepa" cómo satisfacer a La Mujer, siempre y de antemano. Preguntarle a ellas, en minúscula y plural, es síntoma de poca virilidad; el hombre es y ha de ser la llave de su placer. Y así nacen los mitos y los terrores ante lo ignoto, la hidra de mil cabezas que parecen las entrepiernas y los deseos femeninos para algunas mentes. Este pavor y esta imaginería tenebrosa se extiende, como no puede ser de otra manera, al sexo, que se yergue como algo amenazante. Pero, por otro lado, nunca pueden aspirar a ser más que eso, mitos, cuentos y monstruos, siempre irreales y un poco infantiles, engendrados por el desconocimiento asustado de quien no pregunta, sino que ya "sabe" y debe saber.

Y yo creo que Larsvon no preguntó. A mi modo de ver sólo esto, sigo barruntando, explica la planicie, el cliché y la repetición tediosa, superficial y estéril de Nymphomaniac (1). Y escribo esto sólo para darle un par de vueltas a lo que no hay dentro de la psique de la ninfómana Joe y el judío Feliz. Todo lo demás ya lo ha dicho (y muy bien dicho) Servadac. El desierto.

Años ha, Trier nos regalaba a una mujer de mediana edad que, tras unas semanas haciendo el idiota, ganaba el poder de volver a su casa para, tarta en boca, cuestionar y enfrentar las coerciones de su casa. Esta evolución le es negada a la (mal) llamada ninfómana que nos ocupa. Da igual cuánto haya fornicado, cuántas experiencias haya tenido o con quién haya topado: ya ha cumplido 50, y de la vida no ha sido capaz de extraer nada más que "soy una mala persona". No ha aprendido nada del sexo, de la soledad, del llanto, de los amantes... Nada. Vivir toda su vida fuera de la moral establecida, increíblemente, sólo la lleva a suscribirla. Piensa lo mismo sobre el sexo que un puritano que no lo practica, que no lo conoce, y que lo rechaza: que es destructivo y malo. Se censura y se repudia exactamente igual; entrevemos que se flagela, por su mano o la de otros, cuando afirma que se ha buscado y que se merece la paliza que exhibe su cara. Aprendizaje cero a lo largo de todos esos años. Si una ninfómana piensa igual que un puritano, ¿no será que no es una ninfómana, sino un puritano?

No me la creo. Esto no es un personaje, es un monigote.

Pero es lo que se nos repite, una y otra vez, a lo largo de los capítulos. Es Joe, en ella no hay nada más. Como aderezo final, un poco de diatriba edípica, y el eterno retorno del Desvirgador, porque la primera verga marca. Te tienen que marcar.

¿Se puede ser más rancio?

Hay una expresión en la cara de la Gainsbourg que se repite un par de veces, y que mezcla extrañeza, sorpresa y reflexión. Ese gesto de vislumbrar un algo más, cuando pensabas que ya estabas de vuelta de todo. Y esta cara se la debemos a las ilustradas intervenciones de Skarsgård, benefactor de la ninfómana, hombre meticuloso y pescador, que constituye un contrapunto en la evaluación moral de la vida de Joe. Un poema. Sus apuntes críticos sobre la eticidad de la ninfomanía son simplones y burdos, de la misma profundidad que las autocondenas de la puritana-ninfómana, de la misma estofa que sus referencias culturales. Todo muy cutre. Pero ello no es impedimento para que estos comentarios se donen a la protagonista - y al público- con la cándida superioridad del regalo paternalista: "¿tú sabes qué es...?" Porque la brecha que separa a un Seligman feliz de una Joe doliente es que él sabe, y ella no. Él lee, escucha, suma, y sabe de sexo - “¡en la literatura hay ejemplos mucho más extremos!”-. Ella folla, pero no entiende lo que hace, y desconoce qué es una polifonía, quién es Fibonacci, o qué es un delirium tremens. Aunque estudió un poco de medicina, las pollas la tenían descentrada, y no retuvo.

Maledicencias aparte, este me parece el punto más elitista y deplorable de la película: yo sé, yo te enseño, yo te salvo. Tú no sabes, aunque hayas tenido todo el sexo del mundo, no sabes porque no eres culta. La cinta le da a Seligman la llave que puede limpiar la culpa de Joe y abrirle la puerta al verdadero placer. Es el varón que ya sabe y la figura paternal. Y, para más rechazo del sexo, él no lo practica. Parece que no le haga falta (puede que incluso le sobre). En algo ha de dársele la razón a Trier: esta es una historia moralista.

No es una película realista ni consistente; los personajes no tienen complejidad, no avanzan; la visión del sexo no problematiza nada. Ya no es que no diga nada nuevo, es que está caducada. La sensación es de estar dos horas asistiendo a un revolcarse onanista en las obsesiones y terrores del director sobre lo que cree que son el sexo y La Mujer. Y son totalmente infantiles e ignorantes.

Caith_Sith decía que, si te ha gustado esta, veas, entre otras, Jeune et Jolie. Yo la recomendaría si no te ha gustado. Porque allí el sexo no es este tótem mítico e intocable que atrae y repugna a un tiempo, sino un aspecto más de la vida humana con el que lidiar, con el que crecer o aprender. Y es mucho más rico así tratado. A esta sugerencia se me suman, a bote pronto, Klip, Faith, Año Bisiesto, Chasing Amy... Lars, mientras, puede seguir de cañas con el Médem de Habitación en Roma. Qué par.
Jewel
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