La película no consigue transmitir en absoluto (y no porque sea tan difícil trasladar al cine una novela) todo lo que la novela transmite a través de esos personajes, cuyo amor uno imagina que dura para siempre pero sin tener la necesidad de ver las caras envejecidas de Bardem y Mezzogiorno. Y aquí está la clave de la mala ejecución de la película: la caracterización forzadísima de los personajes, a los que parece que se les obliga a envejecer, que fuerzan esa etapa de su vida; es decir, no se ve grandes esfuerzos en los actores en resultar creíbles respecto a la edad que representan. Y es que el espíritu de García Márquez va mucho más allá de presentar a un Bardem envejecido casi desde el comienzo de la película y simulando un envejecimiento que no va en determinadas situaciones. Tampoco Mezzogiorno está bien caracterizada en su etapa de madurez (podría haber sido una mujer mayor tan bella como es). Los personajes protagonistas carecen, además, de la fuerza necesaria para hacer creíble ese amor infinito que se supone que sienten.