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Voto de carlos bosch benitez:
1
Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
2 de abril de 2019
126 de 215 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi juicio lo único aprovechable del cine de Pedro Almodóvar suele ser la banda sonora, el tratamiento visual o las dos cosas. En ambos aspectos ha sabido crear una imagen de marca absolutamente personal, que incluso ha creado escuela. De hecho tengo la impresión de que, de no dedicarse al cine, habría podido ser un excelente decorador de interiores. Esta última película es, sin embargo, bastante decepcionante incluso en eso. De lo demás ya ni hablemos.

Nuestro "manchego universal" más que simplemente un realizador mediocre, es un desastre sin paliativos. Que siga haciendo películas y que sus estrenos sean todo un fenómeno sociológico tiene en realidad muy poco que ver con el cine como tal, y sí mucho con otro tipo de asuntos. En realidad dudo que nadie en su sano juicio aguantara sus últimas obras de no saber que salían de su "factoría". Asistir a la última de Almodóvar se ha convertido, además de en un guiño cultural, en una especie de ritual forzoso incluso para quienes -como es mi caso- detestamos su cine.

En esta película queda patente la incapacidad de Almodóvar para vivir la vida de otros, el sello del auténtico creador de ficciones, como alguien ha escrito en este mismo lugar. En sus primeras películas, al no ser otra cosa que sainetes recubiertos de un barniz de ultramodernidad, con personajes a medio camino entre la caricatura y el esperpento, la cosa no se notaba demasiado. Además, por entonces aún podía contar con que el talento y la socarronería de Carmen Maura, de Chus Lampreave, etc... suplieran sus grandes carencias. Cuando esta simbiosis llega a su fin se inicia una debacle cuya culminación es esta obra, en la que absolutamente todo suena a falso. Es así como nos encontramos con que un director de cine desencantado de la vida hace y dice precisamente todo aquello que cabe esperar de un director de cine desencantado de la vida. Y esto a pesar de los denodados esfuerzos de Antonio Banderas por insuflar vida a un cadáver, que rozan lo patético. Igual de postizas resultan Penélope Cruz o Julieta Serrano en sus respectivos papeles de joven madre coraje y madre anciana, haciendo y diciendo asimismo todo lo que se supone que hacen y dicen una madre joven y otra anciana. Por otra parte, es cierto que en ambos casos la cosa no chirría tanto. Al fin y al cabo, el papel de palurda es el que mejor se le da a doña Penélope, vaya usted a saber por qué. Y Julieta Serrano tiene tantas tablas que aguanta lo que le echen sin pestañear. Para ser justos, dentro de lo modesto de sus papeles, los demás actores, en especial Asier Etxeandia y el niño Asier Flores, no lo hacen demasiado mal.

Sobre el estúpido argumento de esta obra, prefiero no comentar nada, y aún menos sobre su estrambótico final, que no detallo por no aguarle la "fiesta" a nadie. Solo decir que al cabo de unas dos horas de tormento, ya me empezaba a preguntar cómo se las arreglaría Almodóvar para cerrar el cansino desfile de personajes apenas esbozados y el largo rosario de escenas gratuitas. ¿Cómo desencallar una historia que parece estar siempre en punto muerto?¿Cómo poner punto final a tanto ojo de cordero degollado y a tanta poesía barata? Pues ni más ni menos que con el "deus ex machina" más ridículo y pretencioso de la historia del cine.

Hoy, desde la perspectiva de los años, me doy cuenta de hasta qué punto el llamado "fenómeno Almodóvar" obedece a una agenda de programación predictiva y sembrado psicológico que casi con seguridad le han escrito otros. Sin ir más lejos, sus primeras películas desempeñaron un papel esencial a la hora de allanar el camino a la masiva introducción de las drogas en España, en paralelo a la llamada "movida madrileña". Más tarde, obras como "Kika" o "La piel que habito" sirvieron para familiarizarnos con la agenda transhumanista. O al menos lo intentaron. Y, a pesar de las apariencias, tengo la sensación de que en "Dolor y gloria" la lánguida historia de la crisis existencial de un director de cine en las postrimerías de su vida no es en realidad más que relleno, el acompañamiento de guitarra, por así decir. La trama que de verdad importa y, curiosamente, la única que tiene algo de sangre en las venas, es la secundaria, narrada en flash back. La trama principal no es más que un juego de manos para distraer la atención del verdadero objetivo de la película que, si no me equivoco, no es otro que preparar el terreno para la inminente legalización de la pedofilia. Y si no, al tiempo. Me temo que, al igual que ha sucedido con el cine feminista, el cine de género y demás hortalizas, esta obra es un primer ensayo, una forma como otra cualquiera de enseñar la patita. Casi con seguridad lo que ahora se nos viene encima es un aluvión de películas apuntando a la misma diana.

En mi modesta opinión, Pedro Almodóvar en su disolvente papel de apóstol de la posmodernidad y fabricante de bodrios de alto copete, ha hecho un daño enorme a este país. También es cierto que, de no haber sido él, habrían aupado a otro cualquiera pues, a pesar de sus ínfulas de genio del séptimo arte, es una figura absolutamente prescindible e intercambiable.
carlos bosch benitez
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