Hace bastante tiempo escribí en este mismo lugar una crítica absolutamente elogiosa sobre esta serie. La he vuelto a ver estas últimas semanas y he cambiado de opinión. En el aspecto técnico, al menos hasta la séptima temporada en que cambian las tornas, me sigue pareciendo casi perfecta: diálogos inteligentes, actores de una naturalidad y profesionalidad pasmosas y un guión sorprendente, amén del resto del trabajo, que también debe ser perfecto pues casi ni se nota.
Mis dudas se refieren al contenido y a la intencionalidad de la serie. A lo mejor me he vuelto un moralista, pero esta segunda vez me ha chocado el desparpajo con el que se hacen pasar como simpáticas e intrascendentes, cosas que no deberían serlo. Que una ama de casa trafique con marihuana para poder mantener su tren vida y el de sus hijos podría ser divertido, y de hecho lo es según como se cuente. Ahora bien, lo que tenemos aquí no es sólo eso, sino que, subrepticiamente, se nos cuela de rondón un auténtico cóctel de corrupción política y social, obsesiones sexuales que llegan a ser incluso cansinas, narcotráfico visto como una especie de deporte, además de ciertas dosis de sadismo. Y cinismo al por mayor.
Dudo que haya nada inocente ni casual en todo ello: nada que salga de Holywood lo es.
Capítulo aparte merecen las dos últimas temporadas, la séptima y la octava, que en su día no pude ver. Aunque no lo sé con certeza, da la impresión de que al menos la séptima (no sé si veré la octava, pues no me veo capaz de resistir hasta el final, pero me temo que lleva el mismo rumbo) hubiera salido de una mano diferente, bastante menos hábil en cuanto a camuflar el mensaje subyacente. Aquí los personajes carecen por completo del glamour de las temporadas anteriores: han perdido las alas, quedando reducidos a meras caricaturas de sí mismos. Lo que antes eran diálogos inteligentes, ahora es una simple colección de tacos del más bajo nivel y chistes de mal gusto. Sería interesante contar el número de veces por minuto que se pronuncian palabras como "zorra", por mencionar sólo una. La cosa llega a ser realmente repetitiva, monótona y sin gracia.. Por no hablar de los embrollos sexuales, que ya más que cansinos habría que calificar de repugnantes.
Roto el hechizo, lo que queda no es más que zafiedad en estado puro.