El argumento no es nada fuera de lo común pero el elenco de actores es extraordinario. La película es agridulce, ilustrando cómo se puede resocializar la gente en el otoño de la vida, cuando ya se tiene más historia que futuro, siempre y cuando se conserve relativa salud. Tanto es así, que se pueden hacer cosas que no se han hecho de joven, como participar en exhibiciones de baile de salón, emprender largos viajes en un barco fluvial o compartir la existencia con personas nuevas, rompiendo con un pasado rutinario y conservador. Lo importante no es dar años a la vida sino dar vida a los años. Y cuando llega el fin, pues llega y punto. El film es prometedor y conciliador en este sentido. En el fondo, cargado de filosofía de la vida simple y aleccionadora.