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Voto de Pedroanclamar:
6
Drama En el siglo XVII, los musulmanes islámicos y los misioneros cristianos se empeñan en la conversión de los ceddos, un pueblo con tradiciones animistas. Esta penetración de religiones extranjeras, posible gracias a la complicidad de las élites africanas, termina corrompiendo los sistemas tradicionales de la región y se nos presenta como una simple lucha por el poder. (FILMAFFINITY)
18 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película es un todo y, al juzgarla, ese todo es el objeto del juicio. Principalmente, en toda película se descubren dimensiones claras a analizar: estéticas, discursivas y técnicas. Podemos comprender (y preconizar) la rica diversidad ética, estética y epistémica presente en distintas sociedades y culturas. Los matices en los grados de penetración de la modernidad en las distintas regiones del orbe podrán indicar hasta qué punto en ciertos lugares esos indicadores pueden presentarse más o menos homogéneos.
La reflexión y discusión anterior la propongo debido a que hay que poner a remojar muchas cosas del sentido común antes de poner bajo la tela de juicio y análisis productos estéticos, artísticos, cinematográficos que son elaborados en lugares poco símiles a los valores estéticos más o menos globalizados y, por qué no decirlo, hegemónicos. Valoramos cierto tipo de encuadres y planos, cierto tipo de uso de colores e interpretaciones dramáticas siempre ceñidas a la verosimilitud; valoramos también un argumento bien presentado, con contenido, coherencia y consistencia.
Lo dicho nos ayuda a excusarnos en la limitación de un tipo de convención al juzgar una obra cinematográfica. Pues cómo juzgar y entender las modalidades estéticas de representación de la realidad de un país africano no siendo de su nacionalidad, no habiendo vivido allí o no siendo un estudioso de aquel.
En consecuencia, no queda más examen que el convencional cuando se tienen las limitaciones culturales expuestas.
La historia africana, hasta el momento siempre triste, atravesada por esclavitud, pobreza y colonialismo, en suma, por la violencia, no es tan conocida en las dimensiones en que las historias de otras latitudes y continentes sí lo son. Las luchas tribales del África colonial y esclavizada tienen un tinte religioso que la película de forma reiterativa no deja de exponer a lo largo de toda su extensión y que hasta el día de hoy generan cacicazgos locales y luchas armadas.
El discurso de desnuda en el tramo final cuando la princesa libera a su pueblo nativo del yugo religioso, que es afuerino y colonial, retornando la unión entre sus miembros. Este desenlace es notable, pero lamentablemente llega luego de una trama desarrollada con aridez. El valor estético de la película es casi nulo, solo rescatable a partir de una banda sonora que si bien no busca sonar contemporánea a la tribalidad africana del siglo xvii, sí es compuesta por un camerunés, Manu Dibango, que le da unas sonoridades envolventes al film que los colores y la fotografía no son capaces de darle. Lamentablemente el uso de las cámaras es poco prolijo, con tiritones muy pedestres que le restan algo de calidad a la dirección.
El discurso anticolonial de la película es magnífico, con la princesa como metáfora de la libertad nunca bien ponderada en el continente; los diálogos la mayoría de las veces metaforizados con fenómenos naturales y que expresan un sentido común, dialéctico y reflexivo por parte de los contertulios africanos deja entrever una crítica al romper con la caricatura del sujeto africano como sujeto reducido a la mera naturaleza, somático y poco dado a la reflexión concomitante a sus condiciones de existencia.
Es por esta narrativa y este modo de exponer estas problemáticas histórico regionales que rescato la película.
Pedroanclamar
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