El evidente realismo de Los Olvidados es lo que convierte a esta película en un testimonio de época. Al comenzar, una voz en off -sobre imágenes de la ciudad de México- nos advierte que la narración no tendrá un acercamiento optimista. Esta advertencia, probablemente, esté anticipándose a las posibles críticas post-proyección que -hoy sabemos- por su crudeza recibió la película durante su estreno.

Lo que logra Buñuel es crear un espacio ficticio pero realista, en donde la historia se convierte en un medio para acercarse a la situación de vida de los marginados en México. Más aún, lo que vemos en pantalla es también el reflejo de muchos otros países marcados por la extrema desigualdad social. Es innegable la influencia que esta película ejerció a futuro. “Ciudad de Dios”, por citar un ejemplo entre tantos, toma muchos elementos de esta película. A la vez, Buñuel se ve claramente influenciado por el Neorrealismo Italiano.

Es probable que al terminar de ver la película, el espectador se quede con una sensación extraña. Por una parte, es indiscutible la riqueza temática y estética de la película, pero por otra parte, su realismo extremo es incómodo de asimilar. Pero el cine no es únicamente un medio para crear espectáculos, sino también, un espacio para reflexionar sobre los problemas que aquejan a la sociedad. Problemas que aún hoy no se han resuelto. En conclusión, lo que logra Buñuel en Los Olvidados es contar una historia estructurada en base a un guión que atrae nuestra atención -un drama teatral-, a la vez que denuncia las interrelaciones entre desigualdad social, pobreza y criminalidad