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Voto de Juan Ignacio :
8
Drama Film inspirado en la novela homónima de Georges Bernanos. Un joven sacerdote llega a una pequeña localidad del norte de Francia, donde se hace cargo de su primera parroquia. A pesar de que desarrolla sus labores sacerdotales con diligencia y humildad, es ignorado e incluso rechazado por sus feligreses. Convencido de que ha fracasado como pastor de almas, sufre una profunda crisis de fe. En tales circunstancias, tendrá que afrontar, ... [+]
29 de diciembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Bresson adapta fielmente la obra más reconocida de George Bernanos, para ello se vale de la voz en off tanto como de los diálogos, algo que, en principio, no resulta demasiado cinematográfico, y en realidad no lo es; pero que gana valor en esta película al figurar la voz del narrador como elemento de un diario que escribe él mismo y que el director engarza perfectamente con las imágenes que siguen a la exposición de sus páginas, o de la escritura de estas, y con las que origina su propia lectura. Ello convierte la dirección en un desarrollo dinámico e interesante de por sí, además, del gran valor del contenido espiritual y teológico de la novela; y todo ello dentro de una sobriedad absoluta, pero con encuadres tan precisos que hablan por sí mismos.

Un joven sacerdote, muy delicado de salud, en su primer destino parroquial, llega a Ambricourt, más aldea que pueblo, en la región Norte-Paso de Calais; donde las escasas personas que allí moran se mostrarán no ya indiferentes con él, sino profundamente hirientes. El inexperto clérigo buscará el apoyo y consejo de su colega, anciano ya, el párroco de Torcy (hecho curioso este, pues entre ambas localidades existe una considerable distancia, más de doscientos kilómetros, para ser recorrida en bicicleta, como hace el protagonista, y con sus facultades físicas mermadas); entre los dos se desarrollarán unos interesantes diálogos, en los que me centraré más adelante, que no solo reflejan la experiencia de uno y la ausencia de ella en el otro, sino distintas maneras de entender el catolicismo; lo anterior contendrá la primera de las tres partes de esta obra. La acción se centrará posteriormente en la relación entre el clérigo y la familia del conde, el terrateniente del lugar, la que supondrá la segunda parte. La tercera discurrirá desde la salida del sacerdote de su parroquia hasta el final.

Se debe conocer, al menos algo, del pensamiento de George Bernanos para no sacar una conclusión equivocada del personaje protagonista, quien es el núcleo del contenido tanto del filme como de la novela. Es cierto que estamos ante un individuo bisoño en su profesión, también ante la vida, un ser de espíritu débil, y que encima está seriamente enfermo. De esa manera no es difícil concluir que todo se le hace un mundo al novel padre, cuyo nombre no se nos dará, y más cuando sólo tiene una feligresa, de conducta inapropiada, y al resto del pueblo en contra. Pero hay otras dos razones fundamentales para explicar la reacción de aquel ante los infortunios que se le presentan y que no se debe despachar displicentemente achacándole una falta de fe y de actitud tan solo; dudas sí le surgen (por lo que sucede en su hostil entorno y por su mala salud); pero Bernanos deja ver su manera de entender el cristianismo, 'su catolicismo', y lo refleja en esta personalidad (recogida a la perfección por Bresson); primero, con una visión muy pesimista y trágica (el propio personaje dice de sí mismo situarse en la agonía de Cristo en Getsemaní, como su lugar en el evangelio, ¡total nada!), y segundo, que no es otra forma sino la de cierto jansenismo, es decir, una creencia poco católica, y más calvinista, como es la de la predestinación; por ello resultan muy esclarecedores los diálogos entre los párrocos de Ambricourt y Torcy, pues este último le da al primero recetas puramente ortodoxas dentro del catolicismo, aparte de otras de puro sentido común, para seguir adelante y con satisfacción en su vida como párroco e interior, tales como que considere la existencia del mal como obra del diablo y no de la propia naturaleza humana, el ejercicio casi constante de la oración y en pedir la intercesión de la Virgen (a quien pone como ejemplo de humildad y obediencia); conceptos esenciales para todo católico; pero algo olvidados por el introspectivo joven cura. Aunque en el último tercio de la cinta asistamos a una especie de autorrectificación del alma del sacerdote una vez fuera del entorno tan adverso para él.

Para finalizar, decir, de la buena dirección ya he hablado, que no quiero pasar por alto la magnífica fotografía en blanco y negro de Léonce Henry Burel y Robert Juillard, así como la música de Jean-Jacques Grünenwald.
Juan Ignacio
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