Con la consecución de esta secuela del 'Batman v. Superman' todavía me queda más claro que toda batalla, encubierta o no encubierta, por la hegemonía entre las dos grandes compañías del cómic, de momento representa una batalla perdida para DC, se mire en términos absolutos o relativos. Las propuestas están sobre la mesa y cualquier comparativa resulta inevitable, y en esas, la delantera está tomada hace ya tiempo. Tanto es así, que hasta el mordiente, aunque gracioso, resulta un juego con mayor propensión a la inocencia.
La parte épica es meramente boyante, sin las dosis necesarias que aúnen afección y contienda. Tiene suficiencia hasta que los ánimos en el bando correcto ponen a cada uno en su sitio, consiguiendo centrar como plato casi más fuerte y divertido ciertas pulsiones que rondan siempre en torno a la figura de Superman que la amenaza de Steppenwolf, la real, un buen enemigo con el que aplacar las ansias de rigor, secundado por un ejército de parademonios más asemejados a mosquitos impertinentes del verano, que seres venidos a saber de qué galaxia dispuestos a dar mucha guerra.
Aunque el ánimo no decae, los paralelismos con 'Vengadores' son indiscutibles y no encuentro por ningún sitio causas que me lleven a pensar que todos los pasos que se den, caminan en la dirección más adecuada para sus intereses. Demasiadas similitudes entre unos héroes justicieros y otros, con la diferencia de que las afrentas y disertaciones se ven con menos solidez y más prisa por llegar antes a la meta para los amigos de DC.
La maquinaria se ha puesto en marcha sin pararse a pensar, demostrado con una atmósfera que en ningún momento se vuelve irrespirable y toda consecuencia quede supeditada, con no muy disimulada facilidad, a que sea un Lex Luthor medio imberbe con el rostro de Jesse Eisenberg, quien coja las riendas de la maldad que, por el momento, se está demandando. Siento pensar que no tiene pinta. Me he entretenido con relativa indiferencia.