La alquilé una tarde en el videoclub de la esquina. Pensaba darle un sorpresón a Flash, y se lo dí, vaya que sí. Mira lo que traigo: una peli de un pollo que viene del espacio exterior.

Pusimos a tostar maíz y alpiste en la olla exprés, nos arramplamos unas pepsis y venga: tarde de cine en el cuarto de la plancha.

Flash se sentaba en el brazo del sofá de orejas que ocupaba medio cuarto. Metí la cinta en el video y nos sentamos. Avanzamos los trailers del principio por nuestras ansias de verla comenzar. El video no tenía mando a distancia así que Flash, de un vuelo seco, directo y elgante picó el foward hasta que Howard: un nuevo héroe apareció en pantalla.

Lo primero que me dijo fue: ¿pío pío? CUAC (¿de qué vas, macho?, ¡esto no es un pollo, es un pato!). El del video club me ha dicho pollo, le contesté yo, qué quieres que le haga... lo siento.

Tras 20 minutos aburridos vino la somnolienta parte central y el ridículo e indigerible final, al que, sinceramente, no prestamos mucha atención.

Pío, píooo... pío, pim piahhhhh, me dijo (baja a devolverla, a ver si encima nos va a tocar pagar multa por este bodriazo. Y no vuelvas a alquilar nunca una peli donde trabaje el Tim ese). Pues yo creo que el Tim Robbins tiene madera, le repliqué. Pero Flash no vivió para verle en Cadena perpetua o Mystic River.

En fin...