Western ferroviario con las paradas imprescindibles para cargar agua y para recoger o reconocer los muertos que van cayendo uno tras otro a lo largo del camino.
Se trata de un tren militar que lleva suministros médicos al Fuerte Humbold donde parece haberse desarrollado una epidemia de difteria, enfermedad infecciosa aguda epidémica producida por el bacilo de Klebs-Löffler. Vamos, el "garrotillo" de toda la vida.
Pero nada es lo que parece. Además de una compañía de soldados, van un montón de civiles todos con bastante pinta de mafiosos. Y menos mal que los acompaña John Murray (Bronson), un preso de lo más curioso pues lo desatan y anda por el tren o por los andenes como Pedro por su casa. Como que se lleva a la amiga del gobernador, Marica (Ireland).
Pronto queda claro que allí no hay nada claro. Mientras tanto van apareciendo los cadáveres de los "Diez negritos" de la gran Agatha. En el tren, no en ninguna isla.
El guion es complejo y mal explicado. Espeso como la nevada que ha caído. Hay tanto muerto que no da tiempo a saber quien es el que la palma en cada momento. Tampoco dispone de mucho tiempo la realización para mostrar la personalidad de los personajes, fuera de Murray que pronto ocupa el centro de la escena.
La acción desde luego es continua, lo mismo que la intriga y la tensión por conocer el desenlace y algunos culpables, otros lo llevan señalado en la frente desde el principio.
A destacar las escenas del ferrocarril con su penacho de humo blanco por los campos y montes nevados, o las cabalgadas de los indios por aquellos bellos paisajes. Espectacular el puente aunque sale tres o cuatro veces. Regular la caracterización de los indios con el jefe Mano Blanca vestido con lo que parece un chándal de butanero.
Además del Dr. Moliné que es de los primeros que se cargan aparentando un "ataque de apoplejía", resulta que Murray es un antiguo estudiante de Medicina y certifica alguna de las muertes.
Película interesante y distraída que puede verse.