Media votos
5,8
Votos
1.942
Críticas
1.767
Listas
29
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Lafuente Estefanía:
8
6,6
335
Drama
Biografía sobre Giuseppe Moscati (1880-1927), un médico, investigador científico y profesor universitario italiano, santificado tras su muerte. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
En 1987 el papa Juan Pablo II elevaba a los altares a Giuseppe Moscati, conocido como el "Médico de los pobres". Con tal motivo la RAI le dedicó una serie biográfica en varios capítulos, cuya versión cinematográfica es la cinta que aquí nos ocupa.
Independientemente de los méritos artísticos, que son muchos, y del ancho campo que ofrece al aficionado a conocer la medicina del pasado, queremos destacar el enfrentamiento que el director plantea entre el materialismo y la espiritualidad en el ejercicio de las profesiones sanitarias, magistralmente representado por el viejo profesor descreído que bromea con las firmes creencias religiosas del joven Moscati (Fiorello). Vieja polémica planteada en un momento histórico en que estaba muy de moda.
Por deformación profesional solemos entresacar en las películas que vemos los aspectos científicos y sanitarios que nos llaman más la atención. Aquí hay tantos que, para no cansar a los lectores, vamos a abordarlos en la zona spoiler .
Desde el punto de vista puramente cinematográfico enseguida destaca la cuidadísima ambientación, lo mismo en la recreación de los barrios napolitanos como en el vestuario. Sin duda la cinta ha contado con un buen presupuesto. Excelente banda sonora con bellas piezas de música tradicional. Excelente también el cuadro de actores, lo mismo los principales que los abundantes secundarios, especialmente la perfecta caracterización de enfermos y niños.
El guion se desarrolla con ciertas libertades artísticas para encajar la trama sentimental con la bella princesa Cajafa (Smutniak), que no existió en la vida real de Moscati pues tempranamente hizo voto privado de celibato. Muy bien la dirección que imprime un ritmo sosegado a la cinta para mostrar en la misma los valores humanos, científicos y espirituales del médico napolitano, desde la conclusión de los estudios hasta su muerte.
Insistimos en sus méritos científicos, pues son tantos los otros que suelen ocultarlos. No hay que olvidar que fue un notable bioquímico o que ingresó en la Academia Italiana de Medicina.
Se aprecia muy bien la fuerte jerarquización de la sociedad napolitana, las profundas diferencias entre clases con los ricos desdeñando estrechar las manos plebeyas, mientras Moscati toma siempre entre las suyas las de los enfermos más pobres que acaricia con ternura.
En lo negativo anotamos cierta inclinación hacia el melodrama y la hagiografía, innecesaria en una figura de la talla humana y científica de Giuseppe Moscati.
Resumiendo, una notable película de visión absolutamente recomendable para todos, aunque solo sea por la imagen de servicio que ofrece del verdadero ejercicio de la medicina: "Mi vida no es solo mía, es también de mis enfermos". ¡Ay si todos la aplicásemos en nuestras respectivas profesiones!
Independientemente de los méritos artísticos, que son muchos, y del ancho campo que ofrece al aficionado a conocer la medicina del pasado, queremos destacar el enfrentamiento que el director plantea entre el materialismo y la espiritualidad en el ejercicio de las profesiones sanitarias, magistralmente representado por el viejo profesor descreído que bromea con las firmes creencias religiosas del joven Moscati (Fiorello). Vieja polémica planteada en un momento histórico en que estaba muy de moda.
Por deformación profesional solemos entresacar en las películas que vemos los aspectos científicos y sanitarios que nos llaman más la atención. Aquí hay tantos que, para no cansar a los lectores, vamos a abordarlos en la zona spoiler .
Desde el punto de vista puramente cinematográfico enseguida destaca la cuidadísima ambientación, lo mismo en la recreación de los barrios napolitanos como en el vestuario. Sin duda la cinta ha contado con un buen presupuesto. Excelente banda sonora con bellas piezas de música tradicional. Excelente también el cuadro de actores, lo mismo los principales que los abundantes secundarios, especialmente la perfecta caracterización de enfermos y niños.
El guion se desarrolla con ciertas libertades artísticas para encajar la trama sentimental con la bella princesa Cajafa (Smutniak), que no existió en la vida real de Moscati pues tempranamente hizo voto privado de celibato. Muy bien la dirección que imprime un ritmo sosegado a la cinta para mostrar en la misma los valores humanos, científicos y espirituales del médico napolitano, desde la conclusión de los estudios hasta su muerte.
Insistimos en sus méritos científicos, pues son tantos los otros que suelen ocultarlos. No hay que olvidar que fue un notable bioquímico o que ingresó en la Academia Italiana de Medicina.
Se aprecia muy bien la fuerte jerarquización de la sociedad napolitana, las profundas diferencias entre clases con los ricos desdeñando estrechar las manos plebeyas, mientras Moscati toma siempre entre las suyas las de los enfermos más pobres que acaricia con ternura.
En lo negativo anotamos cierta inclinación hacia el melodrama y la hagiografía, innecesaria en una figura de la talla humana y científica de Giuseppe Moscati.
Resumiendo, una notable película de visión absolutamente recomendable para todos, aunque solo sea por la imagen de servicio que ofrece del verdadero ejercicio de la medicina: "Mi vida no es solo mía, es también de mis enfermos". ¡Ay si todos la aplicásemos en nuestras respectivas profesiones!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Como es de esperar en la obra biográfica de un médico, el contenido sanitario es de gran riqueza. Comienza en 1903 en el claustro de la Universidad de Nápoles para llevarnos enseguida al Hospital de Incurables (vaya nombrecito), donde Moscati diagnostica rápidamente un caso de escorbuto tras la palpación abdominal, luego receta caléndula por vía oral seguramente en forma de tintura de la flor.
Entra a trabajar en el Hospital y pronto la Enfermera Jefe Sor Helga (Grimalda) le hace ver la necesidad de cumplir estrictamente el Reglamento, sobre todo en lo que se refiere a la limpieza de la bata. Veremos auscultaciones con la trompetilla, la novedad de practicar masajes cardiacos a pacientes dados por muertos, el posterior drenaje del pecho con frascos aspiradores o el valor de la oración en todo momento.
También el engolamiento y soberbia de los médicos más veteranos frente a lo que despectivamente llaman "Doctorcitos inspirados por el fuego sagrado" de la medicina.
Impresionantes las escenas de heroísmo en el trágico terremoto que sufrió Nápoles en abril de 1906, en especial la sala de los enfermos mentales encadenados a las camas en un antro apartado de las miradas de la sociedad. Hay que recordar que cien años antes Philippe Pinel había roto sus ataduras liberando a estos desgraciados de la creencia popular de su posesión demoniaca.
El trabajo del laboratorio con centrífugas movidas manualmente, rudimentarios microscopios, la muerte del joven amigo del Doctor por tétanos, una muerte extrañamente dulce cuando lo habitual son los fortísimos dolores convulsos. Veremos aconsejar a sus estudiantes el valor de la "energía del alma", del trato humano que debe acompañar a la acción del "frío medicamento", o defender la enseñanza de la medicina junto a la cabecera del enfermo frente a las nuevas ideologías que quieren hurtar esta forma de enseñanza. Pero también el poder curativo del sol y de los ambientes limpios que le llevan a sacar al jardín a los pacientes, las septicemias posparto tantas veces mortales, los orfanatos ("Hay más huérfanos en Nápoles que lava en el Vesubio").
Simbólica resulta la escena del infarto que acaba con la vida del viejo profesor materialista, mientras su cabeza descansa sobre un libro abierto de medicina y ruega a su discípulo una oración por su alma.
Nápoles, ciudad portuaria que muchas veces es la puerta de entrada de las grandes epidemias que llegan de Oriente, conocerá el cólera, sobre todo en el barrio pobre de los Españoles donde brillan por su ausencia las más elementales medidas de higiene. El cólera con sus dolores abdominales, fiebre, vómitos y excretas violentas como frío anuncio de la muerte. Análisis del agua para detectar la presencia del vibrón colérico, información a las autoridades, frente a lo que apenas puede oponerse el hervido del agua de bebida, los entierros rápidos con cal viva, siempre con la acción benemérita de la Cruz Roja y de los voluntarios como fondo.
Entra a trabajar en el Hospital y pronto la Enfermera Jefe Sor Helga (Grimalda) le hace ver la necesidad de cumplir estrictamente el Reglamento, sobre todo en lo que se refiere a la limpieza de la bata. Veremos auscultaciones con la trompetilla, la novedad de practicar masajes cardiacos a pacientes dados por muertos, el posterior drenaje del pecho con frascos aspiradores o el valor de la oración en todo momento.
También el engolamiento y soberbia de los médicos más veteranos frente a lo que despectivamente llaman "Doctorcitos inspirados por el fuego sagrado" de la medicina.
Impresionantes las escenas de heroísmo en el trágico terremoto que sufrió Nápoles en abril de 1906, en especial la sala de los enfermos mentales encadenados a las camas en un antro apartado de las miradas de la sociedad. Hay que recordar que cien años antes Philippe Pinel había roto sus ataduras liberando a estos desgraciados de la creencia popular de su posesión demoniaca.
El trabajo del laboratorio con centrífugas movidas manualmente, rudimentarios microscopios, la muerte del joven amigo del Doctor por tétanos, una muerte extrañamente dulce cuando lo habitual son los fortísimos dolores convulsos. Veremos aconsejar a sus estudiantes el valor de la "energía del alma", del trato humano que debe acompañar a la acción del "frío medicamento", o defender la enseñanza de la medicina junto a la cabecera del enfermo frente a las nuevas ideologías que quieren hurtar esta forma de enseñanza. Pero también el poder curativo del sol y de los ambientes limpios que le llevan a sacar al jardín a los pacientes, las septicemias posparto tantas veces mortales, los orfanatos ("Hay más huérfanos en Nápoles que lava en el Vesubio").
Simbólica resulta la escena del infarto que acaba con la vida del viejo profesor materialista, mientras su cabeza descansa sobre un libro abierto de medicina y ruega a su discípulo una oración por su alma.
Nápoles, ciudad portuaria que muchas veces es la puerta de entrada de las grandes epidemias que llegan de Oriente, conocerá el cólera, sobre todo en el barrio pobre de los Españoles donde brillan por su ausencia las más elementales medidas de higiene. El cólera con sus dolores abdominales, fiebre, vómitos y excretas violentas como frío anuncio de la muerte. Análisis del agua para detectar la presencia del vibrón colérico, información a las autoridades, frente a lo que apenas puede oponerse el hervido del agua de bebida, los entierros rápidos con cal viva, siempre con la acción benemérita de la Cruz Roja y de los voluntarios como fondo.