¿Puede el demonio dejar de ser el demonio?, ¿Es el amor la cura al más grave de los males, la maldad pura y dura? Esas son las dos cuestiones principales que se plantean en "Caníbal", el último largometraje de Manuel Martín Cuenca.
Ciertamente yo no esperaba mucho del film, y a la hora de la verdad me ha ofrecido mucho y de calidad. La forma que tiene el director de presentar su película, con innumerables semejanzas al personaje que la protagoniza, me parece acertadísima. Ese minimalismo, fruto de: planos largos y estáticos, un guion prácticamente invisible y la aridez de los escenarios; hace que nos metamos más si cabe dentro de la mente de ese asesino sigiloso, magníficamente interpretado por Antonio de la Torre. "Caníbal" en ningún momento busca que el espectador dirima si lo que hace el protagonista esta bien o mal, solo pretende ahondar en las entrañas de la bestia para intentar descubrir si existe humanidad o no. Todo ello además se culmina con un desenlace entre inesperado y sorprendente, de esos que te golpean duro.
En definitiva, "Caníbal" es un producto de enorme calidad técnica, y de elevada complejidad narrativa. Comprendo a los que esperaban un producto más gore, o a los que hubieran querido una cinta más thriller de asesinos en serie que drama. Pero aun poniéndome en su lugar, he de admitir que el producto final ofrecido por Manuel Martín Cuenca me ha satisfecho enormemente.