Después de la decepción de la artificiosa y vendida Westworld, el sello de calidad para este año de la famosa productora pasa sin duda por esta serie. La historia de "crimen no resuelto de chica joven y guapa asesinada" puede suponer una rémora para quienes empiecen a estar un poco hastiados de lo mismo. Pero la productora, en esta ocasión de la mano de Steven Zaillan, utiliza el manido recurso atrapa audiencias para lanzar una profunda -y a veces no explícita-, reflexión sobre lo que parecen las perversiones del sistema carcelario de Estados Unidos, y que seguramente, si uno se para a pensar un poco, sean también predicables del nuestro, e incuso casi universales de los sistemas penitenciarios. Por si fuera poco, a título similar de lo que ocurría con la formidable Cadena Perpetúa, -con la que a mi parecer guarda algún símil que otro-, se realza el valor de amistad y admiración recíproca entre dos sujetos aparentemente bien distintos, pero sometidos a idéntica lucha de supervivencia en circunstancias extremadamente hostiles. En tal contexto, es todo un acierto la referencia literaria a "La llamada de lo Salvaje" de Jack London. Si esta es la mitad del tiempo de la serie, el restante se distribuye en el trascurso del interesante juicio, se vuelca también en un magnético antihéroe, un inolvidable y destartalado John Turturro que iba a interpretar un dios llamado James Gandolfini, y uno de los mejores personajes inspectores de policía que se ha visto en mucho tiempo. Y como sólo sabe hacer HBO, algunos permanecerán largo tiempo en la memoria.