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Voto de Francisco Javier Millan:
6
Drama Ben (Viggo Mortensen) es un hombre que ha pasado diez años viviendo en los remotos bosques situados en el noroeste de los Estados Unidos criando a sus seis hijos, varios de ellos junto a su mujer. Aislados totalmente de la vida moderna, de las comodidades de las ciudades y de la sociedad de consumo, Ben es un padre devoto que ha inculcado en sus hijos una peculiar forma de pensar y vivir la vida. Sin embargo, una trágica noticia hace ... [+]
3 de octubre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de la educación siempre me ha sacado bastante de quicio, sobre todo gracias a esa especie de lío mayúsculo en el que se ven inmersos todos sus protagonistas, sea por la parte de financiación o más bien por la falta de un buen sistema que ponga de acuerdo a todo el mundo. Luego cuando vas a la realidad te encuentras un profesorado en pie de guerra constante, unas asociaciones de padres sobre proteccionistas, y un alumnado cada vez más crispado e irrespetuoso que hace inviable cualquier tipo de convivencia. Por eso no es de extrañar que algunos, con gran polémica por delante, pensemos en optar por otras formas de educación más familiares y cercanas. Yo no tengo hijos, pero os aseguro que, si los tuviera, me pensaría (y mucho) si lo mejor para ellos sería llevarles a un colegio o quedarse en casa formándose y descubriendo el mundo desde la experiencia que ya de por sí ofrece la vida.
Matt Ross habla de esto y mucho más en esta peculiar y extraña historia sobre un padre de familia numerosa que un buen día decide, junto a su mujer, irse a vivir al campo y abandonar todo atisbo de supuesta “civilización”. Los niños aprenden felices y libres de la naturaleza y, principalmente, de los libros, con una total desconexión social.
Inicialmente observando el cartel del film parece que nos encontremos ante un título diseñado por Wes Anderson, pero aunque comparta ciertas ideas en el diseño de personajes con el director de “El gran hotel Budapest”, finalmente el relato gira hacía el clásico enfrentamiento con una sociedad que no comprende, ni quiere, a los que deciden tomar un rumbo muy diferente.
Escenas como la de los sobrinos del protagonista, auténticos analfabetos en lo relativo a asuntos de su país, es entre escalofriante y real. Una imagen de la baja calidad educativa de toda una generación más pendiente de las video consolas y la televisión, y de a quién voy a fastidiar mientras estoy en el recreo.
La película gira, sin lugar a dudas, alrededor de un grandísimo Viggo Mortensen, confiriendo un papel que parece haber salido de una extraña combinación entre “El club de los poetas muertos” y “La costa de los mosquitos”; concretamente comparte con esta última ese aire peculiar y desordenado que hacía que un padre arrastrase a toda una familia en busca de un sueño para nada convencional.
Mortensen, mucho más hippie que Harrison Ford, hace suyo un personaje que parece haber salido directamente de sus vivencias personales. Un actor muy acostumbrado a seleccionar muy bien sus papeles y con una vida la mar de curiosa.
La cinta en general podríamos decir que tiene un aspecto convencional, salvo por su último tramo en el que enseña realmente las garras “indies” de donde procede. Es un drama solvente, salpicado por momentos realmente divertidos, y con ciertos componentes emocionales que pueden llegar a tocar levemente el corazón. Una sorpresa que, sin ser notable, viene a poner en imágenes lo que muchos pensamos (y callamos) sobre el sistema educativo actual.
Francisco Javier Millan
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