Creo que es de aquellas veces que mejor se plasma la evolución y desarrollo de un rodaje en una película. Y es que el rodaje de la película es considerado uno de los más complejos de la historia contemporánea del cine. De hecho, no tiene efectos especiales, es decir, que cuando veáis subir por una montaña un barco de 130 toneladas en plena selva de Perú… sí, amigos, así fue, no sólo en la realidad, sino en el propio rodaje… La producción del largometraje duró cuatro años, hubo muertos, heridos, enfermos… y como si se tratase del soñador que interpreta Klaus Kinski, a Herzog se le cruzó entre ceja y ceja el llevar a cabo el proyecto pesara lo que pesara (literal en este caso) arriesgando la vida de su equipo.

Además, la propia elección de los protagonistas fue caótica: el primer protagonista, Jason Robards, tuvo que abandonar el largometraje por disentería. Se barajó a Jack Nickolson, al propio Herzog, a Mick Jagger (como asistente de Fitzcarraldo, papel que finalmente se desestimó) y al final se escogió a Kinski, con quien llegaron a rodar unas cinco películas, pese a su tortuosa relación. La difícil producción se nota incluso en la bellísima Claudia Cardinale, quien al principio de la película (la película se rodó cronológicamente) se le nota más castigada que al final de la película, me aventuro a decir que por algún tipo de malestar o intuyendo el panorama que estaba por venir…. Todas las situaciones vividas en el rodaje, se describen en un documental llamado “Burden of dreams” de Les Blank (1982), que seguro es interesantísimo.

Por ir al argumento, la película trata de la obsesión de un hombre por construir un Teatro-Ópera en Iquitos, un pequeño poblado de Perú. Para ello deberá enriquecerse con el caucho con lo que inicia una disparatada empresa, que no es otra que remontar el Amazonas para llegar a una zona no explotada rica en caucho, pese a que para conseguirlo, deberá cruzar una montaña con un barco a cuestas. Herzog es un director que suele llevar a cabo películas de personajes ambiciosos con proyectos disparatados, o por lo menos, muy arriesgados… Quizá por eso Disney decidió ponerlo en “The Mandalorian” (Jon Favreau, 2019) para contratar a Mando y enviarlo a por el pequeño Grogo…

El director alemán se considera el fundador del “Nuevo Cine alemán” (1960-1980) caracterizado, entre otras cosas, por los planos de larga duración lo que se ve claramente en Fitzcarraldo. A mi modo de ver, es una película con una primera hora de presentación de la historia e inicio de la aventura, muy correcta, pero que después pasa a convertirse en un pseudo-documental de cómo consiguieron transportar un barco de un río a otro cruzando una montaña. Esta parte se me ha hecho muy lenta, para que después el desenlace transcurra en menos de 15 minutos de una forma un tanto apresurada. Por tanto: un ritmo desigual… probablemente consecuencia de las dificultades del rodaje y las ganas de acabar el proyecto. La lentitud no sólo la reconozco en la hazaña del barco, sino en las largas escenas de ópera… un tedio para los que no fuimos dotados de sensibilidad para el género.

En cuanto a las actuaciones, Kinski también me ha parecido un tanto histriónico y sobreactuado. Quisiera decir que tanto como Antonio Banderas o Gary Oldman en la mayoría de sus películas, pero es que en el caso de Kinski, por lo visto, no es actuación, sino que su extravagancia fue real…

En fin… compleja. Si hubiera un premio a la tenacidad y perseverancia, se lo llevaba Herzog (como se lo llevó en Cannes, por cierto), pero a mi me ha resultado un tanto desigual a pesar de lo interesante que es ver esta obra de culto.