A priori costaba imaginar que, con un guión que emula en estructura al segundo y peor capítulo de la saga, la quinta entrega de una franquicia se transformara en su mejor secuela hasta la fecha. Lo digo así, y me quedo tan ancho. Juan Antonio Bayona reconduce la aventura jurásica, otra vez, a la civilización, y a diferencia de su maestro en aquella lejana y olvidada 'El Mundo Perdido' (1997, Steven Spielberg), la dejadez visual despachada por entonces para azotar todo el metraje, se abre camino hacia la fórmula original que cruzaba aventura de sesión matinal, momentos puntuales de terror, un pulso narrativo impoluto, y sí, alguna concesión a la sensiblería. En suma, todo lo que configura el ADN del mejor cine de Spielberg, y todo aquello que Bayona ya no podía explorar -no en tan colosales magnitudes- dentro de una industria nacional que se le ha quedado pequeña. Bayona acaricia cada plano y mima a sus personajes, huyendo de la inanidad de Colin Trevorrow en su predecesora más inmediata. Lo que tenemos aquí es un blockbuster a la antigua usanza. Amblin al 100%. Pero quien lo ha firmado es un tipo que nació en Barcelona y se crió en el Barri de la Trinitat Vella. Espero que, por su bien y el de todos, haya llegado hasta Hollywood para quedarse.