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Voto de Cinemagavia:
9
Drama. Romance. Intriga Dos poetas ingleses, Mary Shelley y Lord Byron, se ven obligados a huir de Inglaterra. Durante el viaje, Mary recuerda cómo conoció en casa de su padre adoptivo al joven y apasionado poeta Shelley, cómo lo amó y cómo se fugó con él. También evoca una cita con Byron en Suiza. Pero, sobre todo, rememora una noche de noviembre de 1816 durante la cual, mientras sus amigos contaban historias de terror, ella daba a luz al legendario monstruo ... [+]
6 de diciembre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Hasta los confines del Universo

El inicio de Remando al viento nos lo proporciona una voz en off, de la que después descubriremos que se trata de Lord Byron (Hugh Grant). Aquí nos lee un fragmento de su poema titulado Darkness, el cual aparece sobreimpresionado sobre un fondo negro. El texto dice así: “Tuve un sueño, que no fue un sueño. El sol se había extinguido, y las estrellas vagaban a oscuras en el espacio eterno, sin luz y sin rumbo. Y la helada tierra oscilaba ciega y negra en el aire sin luna. Llegó el alba y pasó, y llegó de nuevo sin traer el día”.

Durante la lectura atisbamos los movimientos que originan la hermosa Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis, de Vaughan Williams. Una melodía que, de ser la primera vez que se escucha, te deja irremediablemente atrapado en ella. Finalizada la lectura nos deleitamos con los primeros planos, en los que levitamos sobre las heladas aguas del Ártico, con una iluminación azul onírica donde las haya. De pronto, se funde con una figura, aparentemente humana, que reposa tumbada sobre un pedestal de piedra. Boca arriba, cubierta por un leve velo de tela, comprobamos que esa figura respira con contundencia, como si acabara de nacer o estuviera cercana a dejar nuestro mundo.

A continuación, un pequeño barco se deja llevar por las frías aguas que hemos observado segundos antes. Sin velas que lo guíe, nos internamos en el camarote de la única tripulante: Mary Shelley (Lizzy Mcinnerny). Procura que su pluma absorba algo de tinta helada para convertirla en lo que pretende escribir en un papel. Aun sabiendo de la dificultad de la tarea, decide rasgar dicha superficie sin éxito, mencionando su voz que acude “hasta los confines del Universo para encontrarme con la horrible criatura que mi imaginación concibió”.

*¡Qué bella es la muerte!

Apartamos en un rincón de nuestra memoria la travesía de Mary y viajamos hasta Londres. Y en concreto al despacho del señor William Godwin, junto a su esposa, Mary Jane Clairmont, que ofrece una taza de té a Percey Bysshe Shelley (Valentine Pelka). Este rechaza la propuesta al tiempo que Godwin cuenta un fajo de billetes sobre su mesa. Un dinero que Percey ha reunido para que Godwin pueda llevar a mejor puerto su trabajo como editor. Sin embargo, enseguida revela el verdadero motivo por el que está allí, en su presencia, ofreciéndole semejante suma. Es entonces cuando se inicia una curiosa conversación sobre el dinero y el matrimonio.

Después de quedar claro que Godwin no acepta la propuesta de casamiento entre su hija Mary y Percey, este saca un arma y apunta directamente a Godwin. Y, casi al instante, hace lo mismo, pero para encañonar su propia cabeza. Es aquí cuando Godwin le advierte de la indignidad que supondría quitarse la vida en su casa, a lo que Shelley procede a marcharse. Pero lo hace no sin antes oír un último desprecio a su labor como poeta, por parte de Godwin. De esta forma, le menciona en voz alta uno de sus versos: “¡Qué bella es la muerte, la muerte y su hermano el sueño!”.

Por todo ello, en mitad de un cementerio, Percey y Mary deciden jurarse su amor y huir a Suiza, acompañados por la hermanastra de esta, Claire Clairmont (Elizabeth Hurley). Con todo, la hermana de Mary, Fanny, decide quedarse a cuidar de su padre. Una decisión que parece tomar como si de un sacrificio personal se tratase. De este modo, a la mañana siguiente, y en medio de una tremenda nevada, suben a un coche de caballos dirección a Ginebra.

*Hay tres cosas que yo puedo hacer y usted no

Nos encontramos en Villa Diodati, a orillas del lago Lemán, donde conocemos, casi al mismo tiempo, a tres de los personajes más curiosos de Remando al viento. El primero de ellos es Fletcher (Ronan Vibert), el mayordomo de Lord Byron, al que vemos recibir a los recién llegados desde Londres. Segundos después, Byron y su secretario, Polidori (José Luis Gómez), inician un pequeño viaje en la barca hasta alcanzar la mansión donde se encontrarán todos. Las conversaciones que tienen lugar entre Polidori y Byron, y después con Fletcher ya en tierra firme, son una joya, convirtiéndose en perfectas presentaciones de los tres personajes.

Al poco de conocerse, llevan a cabo un pequeño paseo en barca por el lago. Este se inicia al atardecer, que culmina en mitad de la noche con un canto albanés a grito pelado. La voz vuelve a surgir de Lord Byron, convirtiéndose en una de las escenas más memorables de nuestro cine. Una maravilla de la que quedarse prendado y que, al verla en sucesivas ocasiones, llama a acompañar ese grito como espectador, aunque sea únicamente con el gesto, sumido en el silencio del asiento.

*Que cada uno escriba la historia más terrorífica que se le ocurra…

El personaje de Mary Shelley, interpretado por la actriz Lizzy Mcinnerny, es una perfecta evolución a través del tiempo y sus acontecimientos. Y el hecho de conocerla en un momento de oscuridad absoluta, con velo negro, buscando a su monstruo, eso nos hace ser conscientes de dicha evolución. La sonrisa de plenitud en Londres, cuando navegan por el lago Lemán, o pasean por Villa Diodati. Sin embargo, según las flechas van a travesando su corazón, su alma, comprendemos la magnitud de su semblante en el barco del Ártico. Creo que Lizzy logra hacernos llegar el sufrimiento acumulado, y si no has empatizado con ella desde el primer momento, cruzando las aguas heladas, sin duda lo conseguirá en los últimos minutos del metraje.

Hugh Grant se encarga de mostrarnos a Lord Byron, en otro encaje perfecto. Desde luego, hace suyo el personaje, imprimiéndole sarcasmo, desvergüenza y puede que, hasta cierta humanidad en dosis diminutas, no vaya a ser que nos haga verle como alguien decente.

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Escrito por Jesús Bravo
Cinemagavia
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