El Viejo Oeste, no encontraremos un lugar más cruel y lleno de vileza. La mayoría de representaciones que adoptan este escenario nos enseñan algo básico: hay que tenerlos muy bien puestos para vagar por esas tierras, o bien, tener un motivo de fuerza mayor. Para esta ocasión, ambas posibilidades impulsarán a nuestros dos protagonistas.

El joven Jay (Kodi Smit-McPhee), impetuoso, bonachón, ingenuo, con suficiente determinación para recorrer largas distancias con el fin de reencontrarse con su amada, un amor que aguarda sorpresas. En su viaje se encuentra con Silas (Michael Fassbender), el cowboy solitario que busca resarcir su vida sin renunciar a su fachada de tío duro. La película no necesita más para emprender su camino, a partir de su presentación vivirán una serie de acontecimientos propios del Lejano Oeste.

Una película marcada por un ritmo lento, con suficiente personalidad para alejarse de la acción a raudales y que destacará por su vertiente minimalista. Hasta ahora sonará bien, pero no queda exenta de mi volcanic: hay un tema principal que acompaña varias secuencias, pues para mi gusto, no termina de casar y está carente de la fuerza que sí desprende la fotografía. Hay algunas situaciones cogidas con pinzas. El guion es demasiado plano y de desarrollar personajes ni hablamos.

Podéis desempolvar vuestro sobrero vaquero, si queréis regresar a estas tierras, Slow West tiene un pase en su ferrocarril.