Y es que no doy crédito a mis ojos... ¡un 8 de media en las votaciones de Filmaffinitty! ¿Se ha vuelto más loco el mundo de lo que está, o es que esta película tiene incorporada una dosis de LSD visual que hace que todas las mentes se atonten irremediablemente?

Cualquier DVD de los Teletubbies, de música e imágenes para bebés tiene más contenido que este auténtico atocinamiento pasado por el filtro engañoso de la sofisticación. No perdáis ni siquiera un segundo en intentar descifrar este caos de sensiblería, si no queréis descubrir que, a la media hora de película, estáis contando chistes de Chiquito de la Calzada, experimentáis una regresión a la edad del pavo sólo explicable bajo los efectos de cien cubatas bien cargados o, peor aún, os entran ganas de ir a una discoteca de jubilados a tirar trastos a gente del Imserso. Y no es broma, porque lo único que recuerdo de ese alejado día en el que vi esta pastosa y salmonelosa proyección con un amigo de la facultad, es que nos entró un ataque de risa tonta en medio de una escena, y ya no pudimos parar hasta el final. Ni que nos hubiésemos fumado un canuto, oigan. Suerte que el acomodador debía estar razonablemente dormido y nadie nos echó la merecida (¿o no?) bronca que nos estábamos ganando.

A los afortunados que todavía no habéis caído en una de las trampas más sibilinas que ha perpetrado un cineasta iluminado: En vuestras manos está todavía no perder el cerebro, aunque muchos iluminados estén empeñados en vaciar de conciencia las ya demasiado deterioradas circunvoluciones cocorotiles del homo sapiens.