Amor, venganza y corrupción urbanística. Está claro que Kurosawa era un genio del cine, y como tal sus obras son perennes y de vigencia eterna.
Sin ser una de las obras más destacadas de su filmografía, la primera escena de casi veinte minutos de una boda se adelanta a la maestría de "El padrino", en la que se asemeja en varios aspectos; la importancia de la familia y su jerarquía. El desarrollo es igual de sobresaliente, con titulares de prensa y montajes que la hacen avanzar rápidamente. Pero pasada su mitad hay un punto de inflexión en la historia, en la que desvela una de las grandes incógnitas de la trama, en la que empieza a decaer su emoción y su último tercio, a pesar de la finura con la que realiza Kurosawa, no me acaba de funcionar. Una pena, porque si no sería obra maestra.