Haber leído las novelas de Dolores Redondo, la trilogía completa, es un condicionante. Al mismo tiempo que uno lee, de algún modo, su cerebro crea ya una película, su propia película. Así imagina su propio casting e incluso se recrea en atrezos y escenas que fabrica con los mimbres que le facilita el autor, como supongo ha hecho Luis Bermejo que firma el guión.

Bien, pues desde ese punto de vista, me siento en la obligación de arrancar diciendo que me gustaba más mi propia película, la que yo creé en mi imaginación. No obstante la de Fernando González Molina, también me ha gustado, me parece lo suficiente ágil como para que no le resulte larga al espectador y en todo momento mantiene la atención del espectador.

Sin embargo, salvo que piensen hacer otra película como continuación a ésta, como ya se hiciera con las novelas de Stieg Larsson y su trilogía Millenium, hay que reconocer que se han dejado tantas cosas en el tintero que muchos temas han quedado poco claros. Por ejemplo, el tema de la madre de Salazar ha sido tan poco explicado, que la violencia generada en la escena, da la impresión de que solo tiene explicación para los que hayamos leído las novelas.