Ambientada en unos años ochenta en los que no para de sonar Bruce Springsteen y su banda, esta miniserie es una apuesta por reivindicar el valor de la lectura política de los fenómenos sociales, algo a lo que ya David Simon, su creador, nos ha tenido muy acostumbrados. Este propósito siempre será digno de elogiar, ya que nos permite sentirnos cercanos a lo que acontece con las transformaciones sociales y cómo estas depende de algo que muchas veces flaquea, la voluntad.
Si bien la serie se enfoca en asunto de viviendas de interés social y la división social en Yonkers, un distrito de Nueva York, también se puede ver muy gratamente como un biopic sobre el político ya fallecido Nick Wasicsko y la forma en que tuvo que enfrentar las decisiones judiciales que lo ponían entre la espada y la pared. En este punto es donde se puede ver cómo todo, en términos juridicos y de debate, se parece mucho al imperio romano y sus contiendas por fomentar diferentes estilos de poder.