La película en sí es entretenida, con la muy buena actuación de Luis Brandoni y más de lo mismo de Guillermo Francella.
Sinembargo la encuentro petulante, ya que el director Gastón Duprat se atreve a enjuiciar el arte, a los artistas argentinos fecundos, creativos, sanos y entregados apasionadamente a su vocación ridiculizándolos a través de Renzo, personaje nefasto, misógeno, ultra egoísta y ultra egocéntrico. Encima de dudosa calidad.
Ni hablar del pusilánime representante ávido de dinero a ultranza, capaz de matar para seguir ganando más.
Como si ésto fuera poco, muestra una sociedad que aplaude tales conductas, como si fuéramos una sociedad absolutamente corrupta, degradada al último escalón de la humanidad.
Soy argentina, sé que en mi país existen personas así, como en todo el mundo, pero no es lo que prima afortunadamente. Cuántos estudiantes de Bellas Artes; cuántos ya recibidos. Cuántos plásticos visuales autoformados tenemos de una calidad humana y artística espectacular.
Los argentinos no somos (vale aclarar) su Capital Federal que queda en Buenos Aires y que puede que ahí existan algunos más personajes similares al de la película, que tampoco pueden generalizarse. Pero Argentina es vasta, extensa, llena de riquezas naturales y llena de pobres que hoy pasan hambre lamentablemente. De trabajadores ganando miseria, de desocupados desesperados. Un pueblo que está sufriendo. No merecemos éste tipo de películas que nos destroza y pretende dejarnos sin esperanzas.
Entiendo perfectamente que el mercado del arte es elitista, pero la mayoría de nuestros artistas no pintan para las élites. Sinceramente me duele ésta película, me duele que se le muestre al mundo una imagen tan distorsionada de "nuestro ser nacional" como pretenden hacer ver los hacedores de la película y sus críticos benevolentes.